El cuaderno
Si la sobona hubiera jugado en otro club, no fuera —ella lo ha dicho—, lesbiana y careciera de ideales independentistas, ya estaría detenida y procesada, pero es sabido que Cataluña vive a su aire y lo que allí sucede se escapa de las competencias de la Justicia española
Hace años, mi encuadernadora Zita Echevarría, me regaló preciosamente encuadernado un libro de apuntes. Lo he usado para no perder las ideas geniales que se me ocurren por las noches. Me levanto, abro el librito, y escribo la idea genial para aprovecharla en algún artículo. Lo curioso del caso es que no he sabido aprovechar casi ninguna. Las ideas geniales de la noche se convierten en tonterías a la mañana siguiente. Es frecuente que apunte frases sin hacer mención de su autor. En tal caso, si la frase es divertida —siempre surgen las sorpresas—, se las atribuyo a Churchill, que de vivir, me tendría que haber enviado, como poco, una caja de bombones «Cadbury». Sucede que las frases de Churchill que atribuyo a Churchill no encajan en el talento descomunal de Churchill, que para colmo, no puede desmentirlas. «En Argentina hay más vacas que argentinos» se me ocurrió una noche. Salté de la cama y escribí mi ingeniosa sentencia. Años más tarde, leyendo un amplio artículo sobre Churchill en el diario «Clarín» de Buenos Aires, celebré mi triunfo. «Como dijo Sir Winston Churchill, en Argentina hay más vacas que argentinos». Y aquel éxito me emocionó. En otras ocasiones, transcribo la genialidad, y se la atribuyo a un desconocido o inexistente personaje que el lector no conoce, entre otras razones, porque me lo invento. «Si los alimentos que te ofrecen en un viaje de avión son marrones, se trata de carne. Si blancos, es pescado. Si son de otro color, no los pruebes». Y se la endosé a Malcolm Fitzgerald Grover, que tiene nombre y apellidos muy sugerentes para ser capaz de decir semejante tontería. Y ayer, noche avanzada, me vi obligado a dejar las sábanas, sentarme en mi despacho, y escribir la pregunta que le formuló una deportista a otra mientras le tocaba su parcela genital. —¿Tienes picha?—. Pero se me olvidó escribir los nombres de la preguntada y la preguntadora. Recuerdo que eran futbolistas. La preguntada y tocada, una chica colombiana negra que juega en el Español de Barcelona, y la tocadora curiosa, una mujer que lo hace en el equipo femenino del Barcelona. Si la sobona hubiera jugado en otro club, no fuera —ella lo ha dicho—, lesbiana y careciera de ideales independentistas, ya estaría detenida y procesada, pero es sabido que Cataluña vive a su aire y lo que allí sucede se escapa de las competencias de la Justicia española. Acaba de condenar el Tribunal Supremo a una tal señora Borrás a cuatro años de cárcel, y naranjas de la China. Los Pujol llevan veinte años esperando ser juzgados, y naranjas de la China. Y por un ridículo y absurdo pico a una futbolista que en, en principio, aceptó el ridículo y absurdo pico del presidente de su Federación —un pájaro, pero no en ese caso—, las feministas, el movimiento LGTBI, las defensoras de Hamás y otros grupos de progreso, no han solicitado para el besucón consentido la pena de muerte porque nuestra Constitución de 1978 tuvo a bien abolirla.
Años atrás, —todavía no tenía mi cuaderno de apuntes—, el futbolista del Real Madrid Michel, no tuvo necesidad de preguntar al colombiano Valderrama si la tenía o no la tenía. Se limitó a comprobarlo palpando el área íntima de su contrincante. Y no pasó nada, porque no andaba por ahí el ultrafeminismo. Pidió perdón, fue perdonado, y cada uno a lo suyo. Pero este caso es diferente. La educada chica del Barcelona —in vídeo veritas—, le masajeó los entreperniles a la colombiana y le preguntó con la simpatía y gracia que la caracterizan: ¿Tienes picha? De haber sucedido al revés, ya estaría la deportista colombiana detenida y posiblemente deportada a su país. El club de la buscadora de pichas, ha defendido a su jugadora y le ha ofrecido su comprensión, admiración y cariño. Y yo, una vez más, he olvidado consultar en los periódicos y redes sociales el nombre de la supuesta autora de los tocamientos y de la indiscreta pregunta.
Olvido que mantengo, porque con esta gente no se puede dar un paso en falso. Tan sólo lamento que la preguntada fuera una mujer colombiana que se limitó a seguir jugando al fútbol sin lloros y aspavientos sindicales y hermosos. De habérmelo preguntado a mí, la simpática futbolista del Barcelona habría tenido respuesta. Escueta, pero definitiva.
— ¿Tienes picha?
— Sí—.