La peonza montañesa
León fue un Reino, como Vizcaya fue Castilla. Pero el puerto, la ventana al mar de Castilla, era el puerto de Santander, no el de Bilbao. Y este conflicto a destiempo, metiendo a la Peonza Montañesa en el centro del escenario, se me antoja una cuchufleta
Inasequible al desaliento. Ahora ha fichado por los leonesistas para intentar crear una nueva autonomía con León, Zamora y Salamanca. Parece una inocentada. Me refiero a Miguel Ángel Revilla, según él, responsable histórico de la denominación de Cantabria. Cántabro significa «de las montañas», es decir, que cántabros, son igualmente los vascos, los asturianos, los montañeses, los guías del Himalaya, Heidi, el abuelo, el perro y las cabritas. Montañés es muy anterior a cántabro, y los montañeses habían sido hasta ahora los naturales de la provincia de Santander. Ahora, gracias a los neomontañeses, la costumbre ha florecido y lo de Cantabria les encanta, cuando los motivos que han llevado a Santander y La Montaña a perder influencias, obras públicas e industrias y comunicaciones han sido su separación de la Castilla Alta, la Vieja. En los primeros años de la Transición, un diputado de UCD, Modesto Fraile, propugnó la independencia autonómica de la provincia de Segovia. Era o es, un hombre respetable, inteligente y luchador, pero con su propuesta hizo el ridículo. Como lo hacen mis paisanos provinciales de El Escorial, que está formado por dos municipios, El Escorial y San Lorenzo del Escorial, cuidado con confundirse. «El Monasterio está en San Lorenzo»; «Sí, pero el muro sur y los jardines pertenecen a El Escorial».
Respeto a los leonesistas de buena fe. León fue un Reino, como Vizcaya fue Castilla. Pero el puerto, la ventana al mar de Castilla, era el puerto de Santander, no el de Bilbao. Y este conflicto a destiempo, metiendo a la Peonza Montañesa en el centro del escenario, se me antoja una cuchufleta. Los que pretenden esa tontería están en las manos de Sánchez para distraer al personal, y algunos alcaldes del PP se han sumado al guiñol. León, lo que necesita es que no le roben ni un euro más en beneficio de Cataluña, pero no convertirse en una riña de vecinos. Hoy, León tiene arrasados la mitad de sus maravillosos bosques, y se han calcinado los castaños milenarios que plantó Roma en Las Médulas. Y sus monumentos –la catedral grandiosa– merecen como sus campos la fuerza de la unión. Separar La Montaña de Castilla fue un error del que no se puede presumir. Pero Revilla es una peonza que no sabe parar, que no tiene espacio para la reflexión y con una capacidad para la chorrada, insuperable. Puede terminar cuando deje de dar vueltas en cualquier cosa.
A mí, como a tantos, me engañó. Hasta los cotubillos. Y creo que los leonesistas de buena fe, no los empujados por ambiciones personales, tienen motivos históricos para plantear un cambio que les perjudicará siempre, porque hay más cosas que arreglar. La fundamental, sacar de La Moncloa a Horterón, a donde le iba a visitar Revilla y llegaba en un taxi de breve recorrido con su regalo de anchoas, quesadas y sobaos.
Qué tío más pesado.