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26 de abril de 2024

EN PRIMERA LÍNEACarlos de Urquijo

La moción y la calculadora

Creo que la situación de alarma en la que se encuentra España requiere asumir, si los hubiere, algunos riesgos

Actualizada 12:49

Las últimas reformas exprés de Sánchez para asegurar su continuidad en la Moncloa, que llevan aparejadas el final de nuestro Estado de derecho, han vuelto a traer a colación la moción de censura. El artículo 113 de la Constitución señala que puede presentarse para «exigir la responsabilidad política del Gobierno». Necesita la firma de, al menos, la décima parte de los miembros del Congreso de los Diputados y su aprobación requiere de mayoría absoluta.
La decisión de presentarla está por tanto ligada más a una exigencia moral que a un cálculo aritmético. Cierto es que su efecto resulta inmediato si conjuga ambos factores, pero la ausencia del segundo no significa que su presentación sea inútil. Por el contrario, sus detractores afirman que, presentarla para perderla, solo sirve para reforzar el liderazgo del censurado.
En mayo de 1980 Felipe González, con motivo de su intervención como candidato en la moción de censura presentada por el PSOE, afirmó que no tenía muchas esperanzas en que prosperara, pero que lo importante no era ganar la moción sino ofrecer una alternativa. Alfonso Guerra dijo en la tribuna que presentarla era un deber moral de la oposición cuando considera que el Gobierno no ha defendido a los ciudadanos. La moción no consiguió la mayoría absoluta y por lo tanto fue rechazada. ¿Resultó ociosa su presentación? ¿Confirmó su rechazo el liderazgo de Adolfo Suárez? Los catorce años posteriores de Felipe González al frente del Gobierno, parecen confirmar la respuesta negativa.
Ilustración: Sánchez

Lu Tolstova

Cierto que ha habido otras cuatro mociones de censura en 1987, 2017, 2018 y 2020, y todas con consecuencias políticas bien dispares, pero siempre importantes. Tan solo la presentada por Pedro Sánchez en mayo de 2018 resultó ganadora y supuso la sustitución del presidente del Gobierno. Por tanto, creo que el debate, como decía al principio, más que aritmético, debe ser político, alejado por una vez de la calculadora electoral. ¿Se dan hoy las condiciones para exigir responsabilidad política al Gobierno? Al menos tres grupos así lo consideran, pero solo uno, Vox, además de tener los escaños necesarios, ha manifestado su disposición a presentarla. Ciudadanos no dispone de 35 diputados y el PP se ha limitado a pedir la convocatoria de elecciones anticipadas.
No solo las últimas reformas del código penal o de la ley del poder judicial, sino la destrucción de la nación, el revisionismo histórico y la ingeniería social puesta en marcha en estos últimos cuatro años, evidencian la necesidad de reprobar a Sánchez. El principal partido de la oposición tiene en cualquier democracia, una obligación mayor que los demás en la exigencia de responsabilidades y en la presentación de una alternativa. Obviamente la campaña electoral es el momento ordinario para hacerlo, pero cuando se dan circunstancias extraordinarias como la presente se necesitan también recursos excepcionales.
Presentar una moción de censura y no ganarla en absoluto es un fracaso. Sánchez no saldrá reforzado, tan solo servirá para que los españoles comprobemos, una vez más, sus mentiras de estos cuatro años y en manos de quién está su Gobierno. Y serviría también para ofrecernos a los españoles la esperanza de un cambio, la ilusión por un proyecto mejor, un proyecto de libertad, alejado del sectarismo y abierto a la concordia. Comprobaríamos también otra cuestión importante, la capacidad del candidato, confrontando su programa de gobierno en la arena del Congreso, para llevar la alternativa a buen puerto.
Habrá quien piense que la moción de censura no es la fórmula adecuada para acercarse al objetivo de relevar al peor presidente de nuestra democracia, pero creo que la situación de alarma en la que se encuentra España requiere asumir, si los hubiere, algunos riesgos. La confianza, la autoridad y el liderazgo se acreditan mucho más en la tempestad que en la calma.
  • Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco
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