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25 de abril de 2024

EN PRIMERA LÍNEACarlos de Urquijo

La moderación

Ser moderado no es dejarse llevar por la corriente de lo políticamente correcto, ignorando la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte

Actualizada 12:50

El Partido Popular ha reincorporado para su primera línea electoral a personas que ejercieron cargos relevantes hace pocos años. Los titulares de los distintos medios han recogido la noticia de manera muy similar: «Feijóo refuerza el perfil moderado», «Feijóo da un golpe de efecto con el regreso de… para fijar una imagen de centro», «Feijóo refuerza el perfil moderado del PP al rescatar a…», «Feijóo refuerza la línea más moderada del PP con el rescate de…».
Analistas políticos y tertulianos han considerado, creo que acertadamente, que la finalidad del regreso de estos perfiles es la atracción hacia el PP de votantes del PSOE asustados por la deriva desintegradora de Pedro Sánchez, en definitiva, ensanchar su electorado por la izquierda. Puede entenderse aceptando el repetido axioma de que las elecciones se ganan en el centro, probablemente porque es el lugar en el que, al menos sociológicamente, se sitúa la mayoría de la población cuando le preguntan al respecto. No tengo mucha idea de si esto es así y tampoco sé cuántos votos bascularán hacia otras opciones por la búsqueda de caladeros menos «naturales». No obstante, también es cierto que en política cada día cuesta más identificar con claridad qué defienden la derecha, el centro o la izquierda y dónde están sus límites o diferencias. En cualquier caso, dejo estas reflexiones demoscópicas para los expertos, pues de lo que quiero hablar es del significado de la moderación en la política.
Resulta obvio que España no atraviesa su mejor momento; el enfrentamiento político y el deterioro institucional son evidentes. Tras unas décadas de bipartidismo, en las que el espíritu de concordia de la Transición se mantenía razonablemente vivo y la Constitución se consideraba modélica, hemos pasado, en apenas una legislatura, a ponerlo todo en cuestión, y hacerlo además con unos niveles de crispación, desencuentro y polarización, más propios de nuestra segunda república que del siglo XXI.
Ilustración: feijoo moderacion

Lu Tolstova

Por tanto, bienvenida la moderación para conseguir el objetivo de rebajar la tensión, es sin duda necesaria. Pero cuidado con hacer de lo que solo es una actitud ante la vida, una ideología, un fin en sí mismo. La moderación no debe llegar nunca a desdibujar los principios de tal modo que impidan o dificulten identificar con claridad lo que cada opción representa.
Pongamos algunos ejemplos de lo que a mi juicio no es moderación sino algo bien distinto. La lengua oficial de España no puede ser objeto de negociación, ni menos aún estar proscrita en cada vez más lugares del territorio nacional, por tanto, bilingüismo sí, pero sobre todo respeto a la ley, aunque su aplicación resulte poco cordial para el infractor. Los «hechos diferenciales», sintagma tan falso como insoportable, no pueden servir de excusa para el privilegio ni para la discriminación y tampoco para permitir a sus «poseedores» hacer rancho aparte. La moderación no puede servir de coartada para que se falsifique nuestra historia y menos aún para enfrentarnos de nuevo. Ser moderado no es dejarse llevar por la corriente de lo políticamente correcto, ignorando la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte.
No tengo duda alguna de las buenas intenciones del Partido Popular con estos nombramientos, si así no fuera no tendría sentido cumplir este año cuarenta de afiliado, pero también digo que, si en las últimas cuatro décadas el PP del País Vasco hubiera hecho de la «moderación» su seña de identidad, habríamos vivido muchísimo más cómodos, pero no habríamos cumplido nuestro deber. Creo que en política no se debe estar siempre pendiente del cálculo. Sé que es una ingenuidad plantearlo, es casi la antipolítica, pero sigo creyendo que, en la vida pública, más de siglo y medio después, todavía está vigente la frase del almirante Méndez Núñez, la de la honra sin barcos, ya me entienden. En cualquier caso, mucha suerte a mis compañeros, su éxito será el de todos y España y los españoles lo necesitamos.
  • Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco
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