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18 de abril de 2024

Retrato de Juan Ramón Jiménez pintado por Joaquín Sorolla

Retrato de Juan Ramón Jiménez de Joaquín SorollaWikipedia

Encuentran una lápida hecha por Juan Ramón Jiménez en el cementerio de la Almudena

La tumba estaba dedicada a Mercedes Roca, «madre adoptiva» del poeta andaluz durante su estancia en la capital española

El profesor de universidad Javier Bandrés ha sido el artífice de este descubrimiento: un poema pétreo y dedicado del escritor Juan Ramón Jiménez a su «madre adoptiva», Mercedes Roca. El profesor al que le gusta deambular por los cementerios descubrió atónito una tumba de color rosa, con el nombre de Mercedes (sin apellidos) y tan sólo una fecha: 11 de agosto de 1903.
El poeta que escribía a la belleza, siempre tuvo la manía de acordarse de donde venía y de la gente que le rodeó: estos dos temas estuvieron presente en todos sus poemas. A los 18 años llegó a Madrid, ciudad a la que acudió llamado por el Modernismo. En esos años primeros años falleció su padre, provocándole una herida que no se cerró hasta el final de sus días. Juan Ramón Jiménez vivió toda su vida con un miedo constante a la muerte.
Mercedes Roca provenía de una familia adinerada de Valencia. Se estableció en Madrid en 1887 tras casarse con el neurólogo Luis Simarro. En Madrid la pareja se rodeó siempre de una élite intelectual: ese mismo año, recibieron en su hogar a Santiago Ramón y Cajal, futuro Nobel de Medicina. Más tarde, en 1900, conocerían también a otro futuro Nobel, pero este de Literatura.
Luis Simarro y Mercedes Roca cruzaron su camino con el andaluz, a quien adoptaron y apoyaron en su educación: Simarro se encargó de enseñarle idiomas (inglés y alemán) y le descubrió a los pensadores europeos de la época. Allí conoció a otros intelectuales como el pintor Joaquín Sorolla. El autor de Platero y yo sufría de continuos episodios depresivos y era Mercedes quien a menudo le cuidaba. Su «madre adoptiva» sería un apoyo constante hasta su muerte en 1903. El poeta la homenajearía de forma permanente a través del santuario que ideó.

Un homenaje de piedra

La tumba estaba diseñada con piedra de color rosáceo, con varios agujeros a los lados, a ras del suelo, de donde brotaban hiedras y madreselvas que decoraban de forma natural la losa. Dos inscripciones casi imperceptibles a simple vista se encuentran bajo la fecha: una caracola –símbolo habitual de los modernistas– y el capullo de la flor de la adormidera, planta de la que se extrae el opio y de la que era adicto el poeta.
Juan Ramón nunca se olvidó de Mercedes: le dedicó una despedida en la revista Helios, visitaba de forma asidua su santuario y se acordaba en su diario de la mujer. La tumba dejó de ser visitada por la familia y por el propio escritor tras la Guerra Civil. Así, abandonada a su suerte, la hiedra seca permanece muerta bajo una losa agrietada junto al reconocimiento del poeta a una de las mujeres principales de su vida.
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