Fran Carrillo

Fran CarrilloJesús D. Caparrós

Fran Carrillo, consultor político

«Es muy difícil confiar en los que basan su comportamiento en la mentira y en la traición»

De niño quería ser como Gaspar Rosety, un comentarista deportivo de raza, porque le encantaba y le sigue apasionando el fútbol. Fran Carrillo (Córdoba, 1981) es «un friki de los datos» cuando se pone a hablar de fútbol. Hacemos esta entrevista precisamente en el Día del Orgullo Friki, pero no ha sido a propósito. Él deseaba ser comentarista deportivo y confiesa en los prolegómenos de la cita, antes de que se encienda la grabadora, que es un «periodista deportivo frustrado». En lo de darle al palique, no obstante, se pudo quitar la espinita en los torneos de debate para universitarios, en los que ganó varios premios, algunos internacionales, y le permitió conocer a Albert Rivera, un encuentro que sería decisivo para una posterior carrera política con Ciudadanos, partido con el que fue senador y parlamentario andaluz.
No obstante, tanto la oratoria como la política se daban de la mano en Carrillo como uno de los socios fundadores de 'La Fábrica de Discursos', asesoría formativa para políticos y empresarios. «Si quieres competir en el mundo la comunicación es lo que te hace diferente», sostiene nuestro invitado, más volcado ahora profesionalmente en la comunicación corporativa.
Además del fútbol, su otra pasión es la política. Trata de tomar algo de distancia con actitud liberal sobre todo desde que se marchó del escaño y las listas, pero no puede evitarlo: analiza el entorno y trata de anticipar derroteros, en algunos casos poco prometedores, según nos cuenta. Hoy, tirando de tópico, vivimos una jornada más de la fiesta de la democracia. A ver si eso es cierto.
Fran Carrillo

Fran CarrilloJesús D. Caparrós

- ¿ Está usted fuera o lejos de la política?
- Lejos de la política no he estado casi nunca en mi vida, y en los últimos quince años a nivel profesional, sobre todo. Estoy fuera de la primera línea activa de la política, fuera de los focos en comparación a como he estado estos cuatro años. Pero sigo en las bambalinas, ayudando a partidos, candidatos y gobiernos a que puedan tener una mejor imagen de cara a la ciudadanía o expliquen mejor lo que son, representan y defienden. A veces lo conseguimos y otras no. Sabemos que estamos en una etapa de desafección ciudadana creciente y mi trabajo ahora es que esa desafección se amortigüe.Entonces, ahora estoy por detrás ayudando, dentro de unos principios y una ideas.
- ¿Qué panorama se ve desde ahí?
- Lo que vemos es que hay una situación irreversible de pérdida absoluta de confianza. Hace décadas que el voto se está convirtiendo en un voto de descarte, no solo en España sino en otras latitudes. Es un voto en el que se prioriza más la desafección y la desconfianza hacia el oponente antes que la atracción o confianza ante la opción a la que se va a votar. Y ese voto de miedo o de castigo al otro para mí es desolador, porque lo que se traduce es que en el fondo no te gusta ningún representante, ni confías ni te ilusiona o da esperanzas, ni por supuesto obtiene el crédito para que pueda gobernar., sino que optas por un mal menor que en tu conciencia es llevadero. Eso es lo que está pasando hoy. Creo que estamos en un momento en el que es muy posible que haya un cambio político en España pero quien va a triunfar realmente es, de nuevo, la abstención. Y la reflexión que hay que hacer, sobre todo los que estamos en política más o menos de forma activa, y los que se dedican a analizar la política, debe ir dirigida a averiguar qué se está haciendo para que cada vez un número creciente de electores, sin ningún tipo de cortapisa, manifieste públicamente que están cansados de todos los políticos. Y en vez de sentarnos a reflexionar sobre eso, lo que hacemos es crear más partidos políticos. Es decir, la respuesta a la desafección ciudadana, al hartazgo cívico y moral que hay, es crear más partidos políticos. Y es muy complicado regenerar el sistema, que es una de las cosas que vi estando en política, porque no te dejan y porque hay unas barreras muy difíciles de saltar.
- ¿Entonces la abstención, ahora mismo, es una opción saludable para el votante?
- Es una opción ética, moral y responsable. Yo no diría que es saludable porque determina lo que es la salud de una nación y de una sociedad en la que la mayoría no quiere participar en algo tan importante como es su futuro, porque la política determina tu futuro. Al contrario, yo creo que dice mucho del grado de enfermedad de una sociedad o de una nación que la gente no quiera participar. Esa sociedad está tocada, está herida. Yo diría que es una opción responsable para avisar a los representantes políticos de la desconfianza que los votantes tienen hacia ellos y que no se sienten representados ni por lo que hacen y dicen. «Son todos lo mismo» es un mantra bastante injusto pero que viene a definir un cierto status. Además la gente percibe cada vez más que los políticos a los que eligen no son dueños de las decisiones que toman, sino que hay otros que las toman por ellos, a un nivel incluso supranacional. Esa sensación descorazonadora de que da igual lo que vote porque no va a cambiar nada es mortal para una sociedad porque supone la caída de los cimientos de la convivencia democrática. Y por eso llegan luego los salvadores mesiánicos con carácter autocrático, que son los que acaban convenciendo a una sociedad cansada. Creo que en nuestro país hay un considerable número de españoles que están cansados hasta de protestar, y la clase política se aprovecha de ello. Ese es un modelo de pensamiento y acción socialista, porque es paternalista, intervencionista y de un dirigismo abrumador. El socialismo es la gran enfermedad moral de nuestro tiempo. El socialismo de izquierdas… y el de derechas.

Creo que en nuestro país hay un considerable número de españoles que están cansados hasta de protestar, y la clase política se aprovecha de ello.

-¿Es usted un votante huérfano?
- Soy un ciudadano huérfano.
- El voto pues, según nos decía, no se piensa sino que se expulsa.
- El voto hay que reflexionarlo. La vida es una constante elección en todo lo que hacemos. Hay elecciones que se hacen por impulsos, que vienen marcadas por la agitación sentimental, emocional y por la propia víscera. La política, en parte, es eso. Pero luego hay elecciones en la vida, y la política no debe de escapar a ello, que deben ser pausadas, reflexionadas, racionales y equilibradas. El marketing nos habla de la compra tradicional, la que se hace porque en casa se ha adquirido siempre un mismo producto, sin atender lo que el mercado ofrece. Puede haber mejores productos por calidad o precio, pero se descartan porque la tradición te lleva a lo que has visto en casa. Hay un votante que es así. Luego existe otro tipo de elección que seduce por la calidad, el precio o el servicio. Y así se podría ver a una mínima parte de la población que se dedica a cotejar programas, ver trayectorias políticas de unos y otros. No digo que sea un votante ilustrado, pero sí leído y preocupado. Y luego creo que la mayoría de las personas se encuentran en el denominado voto impulsivo, que no responde ni a la tradición ni a la reflexión. Es como cuando vas con prisa en el supermercado y compras el primer detergente que encuentras porque te ha llamado la atención por el precio o por la novedad. Ese es un voto con muy poca base, muy poco duradero y confiable, porque un día te apoya y otro te quita el apoyo. Por eso se ven esos trasvases, esos cambios de liderazgo tan rápidos, esa desafección tan grande y esa orfandad tan manifiesta. La sociología electoral, a pesar de que continúa triunfando el bipartidismo como concepto, sigue siendo mayoritariamente un voto de ese tipo. Estamos en un proceso de fast food político, en el que consumimos y si no nos gusta, va fuera. Es muy complicado recuperar la confianza en las instituciones si no confías en quienes las dirigen, y es muy difícil confiar en los que basan su comportamiento en la mentira y en la traición. El comportamiento hoy de la mayoría de los políticos está basado en la mentira y en la traición.
Fran Carrillo

Fran CarrilloJesús D. Caparrós

- ¿Sobran spin doctors y falta honestidad?
- Sobran aprendices de spin doctor, gurús de todo a cien, consultores de mercadillo y estrellitas de la tele. Esta es una profesión para la que no existe carrera. No existe la carrera de asesor o consultor político. Es una profesión muy transversal, porque puede haber periodistas, sociólogos, politólogos, historiadores o filólogos. Hay gente con mucha formación y otra que no la tiene y engatusan a muchos políticos. Y este es el gran problema. Llega un momento en que es más conocido el spin doctor o asesor que el político, y eso no puede ser.

Sobran aprendices de spin doctor, gurús de todo a cien, consultores de mercadillo y estrellitas de la tele

- Los discursos de esta campaña comenzaron hablando de la limpieza en los barrios y han acabado discutiendo sobre Vinicius. ¿Qué ha pasado?
- La crisis política no escapa a la crisis periodística. La crisis realmente importante es la del cuarto poder, porque sin un periodismo libre la política se descontrola y hace lo que le da la gana. Si no se cuenta con un periodismo que sepa sujetar , controlar y denunciar al poder, se acabó.Y lo que tenemos es un periodismo de trincheras y condicionado. Toda la vida ha habido líneas editoriales en los periódicos, pero no trincheras como estamos viendo hoy. Están saliendo denuncias de candidatos socialistas que están comprando votos y acto seguido, en vez de investigar eso hay otros medios que se están dedicando a ver la vinculación de los candidatos del Partido Popular que pudieran estar comprando votos. Mire usted, esto no va de ver quién es más corrupto, pero lo hemos convertido en eso. Entonces, la crisis realmente es periodística, y el caso Vinicius es prueba de ello. Yo no he querido entrar porque veo muchas aristas morales en esa reflexión. Si tú te metes en algo tan sentimental y pasional como es el fútbol, digas lo que digas vas a salir escaldado. Lo malo es que te tienes que posicionar. Es absurdo lo de este país: o te posicionas cien por cien con algo, aunque sea una locura, o eres cómplice de estar al otro lado. En ese blanco o negro, el periodismo está perdiendo. La enfermedad moral de España no es solo política sino también periodística.
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