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20 de abril de 2024

Catañero

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Cuenta atrás para la Navidad: roscos de vino, tortas de polvorón y turrones caseros

En cada punto de España encontramos muestras de esas raíces vinculadas con la tradición agrícola y con el patrimonio que hacen que una cena de Nochebuena en cada casa sea original

La cuenta atrás para la Navidad empezó con la Inmaculada, el largo puente que tiende hacia esos días especiales. Llego de vivir el puente en Jerez ¡cuánta alegría en las calles!, cuánta zambomba, gente cantando y alegría por todas partes. Los escaparates de las tiendas tradicionales, anticuadas y encantadoras están repletos de piezas populares para montar belenes familiares, desde reyes magos con sus camellos a castañeras con sus grandes calderos y sacos de castañas, vendedores de embutidos al lado de pastorcillos de sombreros de flores, y hasta un San Miguel que puede que quede bien junto al ángel. Una explosión de color y fiesta que me sumerge de pleno en las puertas de Navidad.
También están repletos de delicias navideñas de la zona los escaparates, ahora otro tipo de escaparates. Es agradable ver cómo se siguen fabricando artesanalmente los sabores que transportan a la Navidad: roscos de vino, tortas de polvorón, mantecados, guindas al licor, pan de Cádiz y turrones caseros… es muy posible que nada sea innovador, diferente y novedoso, pero tiene el poder de transportarnos a otro tiempo y el encanto de las cosas sencillas que hacen la vida amable. Todas las fiestas tienen sus platos y la Navidad está repleta de repostería. En cada punto de España encontramos muestras de esas raíces vinculadas con la tradición agrícola y con el patrimonio que hacen que una cena de Nochebuena en cada casa sea original y distinta a pesar de tener el mismo espíritu.
Esa riqueza gastronómica es parte de nosotros porque es nuestra historia. Preparar algunas de esas recetas en familia con los niños será también parte de su historia en el futuro, y con esa experiencia de preparar alguna receta familiar les legaremos algo infinitamente valioso. Junto al rato de elaboración de las delicias navideñas caminan de la mano las historias de otras infancias, los recuerdos de los abuelos y los de otros sabores perdidos, y con ello la sensación de pertenencia a algo importante, que es la familia. No están solos, pertenecen a un mundo en el que son queridos. Es cierto que el ritmo del mundo actual no deja mucho tiempo para estas cosas, pero no son minucias, son las raíces y el legado de un mundo a otro que queremos hacer mejor, con el que tenemos más que un deseo, una obligación. Y cocinando también se mejora el mundo, no sólo porque vamos a comer cosas que de verdad sabemos que son, sino porque conseguimos que el tiempo y las prisas se detengan fuera de las paredes de casa para permitir que dentro transcurra lo verdaderamente importante, la familia alrededor de una cocina, de una mesa. Celebrando. Y en Navidad. 
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