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08 de mayo de 2024

Detalle del Galeón San Juan en la batalla de Coruña

Detalle del Galeón San Juan en la batalla de CoruñaAntonio Navarro Menchón

Picotazos de historia

La batalla de Cornualles o el asalto a Inglaterra de Carlos de Amézola

La escuadra de Amézola desembarcó en Mount´s Bay y saquearon e incendiaron los pueblos de Newlyn, Mousehole, Penzance y Paul, además de derrotar a las milicias locales por el camino

Estamos a principios del mes de julio del año de gracia de 1595, hace apenas diez meses que cayó el fuerte del León, y don Juan del Águila está rumiando sobre un planteamiento de guerra que el almirante de la flota de Guarda –Diego Brochero, ahora ausente en Madrid– le había planteado antes. Básicamente, se resumía en operaciones conjuntas de la armada y las fuerzas de tierra, de tipo ofensivo y en Inglaterra, preferentemente. Don Juan tenía en el puerto de Blavet cuatro galeras que dejó Brochero: Capitana, Patrona, Bazana y Peregrina. Dio orden de que se aprestara la marinería a partir, embarcó en ellas a tres compañías completas, que alcanzaban unos cuatrocientos soldados a los que había que sumar la marinería, y todo ello lo puso bajo el mando del capitán de mar y guerra Carlos de Amézola (en algunos documentos aparece como Amézquita). Sus órdenes: incursionar en territorio enemigo.

España invade Inglaterra

Partió Amézola el 22 de julio y lo primero que hicieron fue asaltar el vecino puerto de Penmarch, que estaba en manos de los protestantes. Después de haberse aprovisionado con los depósitos del enemigo –más 5.500 ducados que no vinieron mal– pusieron rumbo a las costas de Cornualles. Dos días más tarde desembarcaron y destruyeron el puerto y villa de Mousehole, quedando el pub del lugar como único edificio superviviente (tal vez por ser el único que fue defendido por el propietario, quien fue la única baja inglesa). La siguiente población en caer fue Paul, de la que sólo se respetó la pequeña iglesia dedicada a san Pol de León (san Pablo Aureliano, obispo de Lyon) y que daba nombre al pueblo.
Grabado que representa el ataque español contra Penzance

Grabado que representa el ataque español contra Penzance

Terminada la jornada, y con la satisfacción del trabajo bien hecho, reembarcó las tropas –Amézola– para que pernoctaran en el mar mientras ponía rumbo a la ciudad de Penzance. Al amanecer del siguiente día desembarcaron a pocos kilómetros del mencionado lugar. La milicia local se había reunido bajo el mando del gobernador de las islas Scilly: sir Francis Godolphin de nombre y con unos suegros muy curioso ya que, tanto el suegro como la suegra, fueron condenados por piratería. Pero volvamos al asunto.
Las milicias, bajo el mando de sir Francis, superaban por bastante a las tropas de Amézqueta, pero este tenía a veteranos y la milicia salió por patas al encontrarse frente a una unidad de españoles. Sir Francis fue sacado en volandas por miembros de su casa para evitar que cometiera la locura de enfrentarse él solo contra esa gente terrible. Ese día los españoles hicieron tizones con las poblaciones de Penzance, Newlyn y Churchtown.

Había arrasado cinco ciudades y destruido tres puertos en suelo inglés

Amézola, al amanecer del siguiente día, dio orden de tornar a Blavet para dar parte a Del Águila del resultado de su incursión, en la que no había tenido una sola baja. Durante la navegación de retorno se internaron en una zona de brumas, algo muy traicionero incluso para marineros expertos. Quiso la Fortuna –pícara ella– que se dieran de bruces con una flota holandesa compuesta de cuarenta navíos y protegida por seis galeones bien artillados.

Fueron cuatro contra cuarenta y seis y resultaron vencedores

El capitán de mar y guerra era consciente que si quería llegar a Blavet tenía que atravesar la flota enemiga que, literalmente, se había materializado frente a sus narices. Así que dio orden de atacar al enemigo, algo que decididamente descolocó a los holandeses, que no se esperaban una reacción tan suicida. Fueron cuatro contra cuarenta y seis y resultaron vencedores.
Don Carlos entró en el puerto de Blavet comandando sus cuatro galeras pero dos de ellas estaban muy dañadas –la Capitana había perdido toda la arboladura– y veinte de sus hombres yacían muertos. Por otra parte había arrasado cinco ciudades y destruido tres puertos en suelo inglés. En la mar había combatido contra el holandés en una proporción de más de diez a uno y había atravesado la flota enemiga, hundiendo cuatro navíos y dañando el doble.
Sí, el capitán Carlos de Amézola tenía motivos para sonreír.
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