
Denont, expoliando la tumba del Cid
El cráneo del Cid, la reliquia que Camilo José Cela devolvió a España
Fue robado por los franceses en 1808. Menéndez Pidal al ver la reliquia se postró en silencio frente al hueso y lo besó
«Le ruego que no me tome por loco, pero creo que he encontrado un trozo del cráneo del Cid», escribió el escritor Camilo José Cela, en una carta en las que explicaba cómo había recuperado uno de los fragmentos del cráneo de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. El cráneo del héroe de la Reconquista lo habían robado las tropas napoleónicas del monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos), en 1808. Acabó en Francia y después pasó por Suecia y Gran Bretaña. ¿Cómo consiguió recuperarlo el escritor?
El camino en esta búsqueda de los restos del Campeador empieza en la España de la Guerra de Independencia. Cuando los franceses ocuparon la Península, expoliaron iglesias, conventos y palacios. Los restos del Cid acabaron dispersos. Según explica el propio Cela, el fragmento que encontró era minúsculo (69 milímetros de largo por 57 de ancho), y pertenecía a lo que se ha llamado «cenizas del Cid».
Siguiendo las pistas del célebre escritor, se llevaron el fragmento a París. Pasados unos largos años, un heredero entregó el hueso al príncipe Hohenzollern, que a su vez lo depositó en el museo de Sigmaringen, en Alemania. Las desamortizaciones del siglo XIX hicieron el resto del trabajo, provocando la dispersión de las reliquias del Cid que quedaban en España.
Hubo que esperar a 1884 para que el rey Alfonso XII liderase una dura negociación que permitió que las reliquias del Cid regresaran a España. La historia podría haber terminado a finales del siglo, en concreto en 1885, cuando se pierde la pista de los restos. Para entonces, la mayoría de lo que quedaba del cuerpo estaba sepultado en Cardeña.Tras las huellas del cráneo del Cid
«¡Claro que sigue interesándome el asunto del hueso del Cid!», escribió Cela en una carta remitida a la pintora bohemia Beppo Abdul Wahab, quien fue la que puso al escritor tras la pista del fragmento del cráneo.
Era el invierno de 1967, y sin mayor misterio que la información y la casualidad, Beppo puso en contacto a Camilo José Cela con la poseedora del fragmento del Cid: una condesa sueca llamada Thora Dardel Hamilton. El azar provocó que parte del cráneo hiciera un largo viaje por Europa.
No había una certeza absoluta de que aquel resto óseo correspondiera al Cid, pero todos los indicios reforzaban su autenticidad. Sobre el hueso alguien había escrito en francés: «recogido en 1808 en su tumba en el monasterio cerca de Burgos, en presencia del príncipe de Salm-Dick…» y, por si fuera poco, un análisis posterior aseguró que el fragmento correspondía a una parte del hueso occipital de un hombre de unos 50 años que había pasado varios siglos enterrado. La condesa sueca confirmó su autenticidad y, mediante la intercesión de Cela, finalmente donó la reliquia del Cid a la Real Academia Española (RAE).
La historia no termina ahí, porque la recuperación del cráneo del Cid sirvió para rendir un importante homenaje al historiador y filólogo Ramón Menéndez Pidal, gran estudioso del Cid, que por entonces tenía casi 100 años. El estudio de aquel personaje histórico había sido una de sus grandes batallas intelectuales, de las que había salido victorioso.
Tal fue la dedicación, que según recoge el acta de la celebración que organizó Camilo José Cela el 7 de marzo de 1968. Menéndez Pidal, al ver la reliquia, se postró en silencio frente al hueso y lo besó. Por supuesto, el caso de las reliquias del Cid no terminó aquel día, en décadas posteriores aparecieron otros restos: en Francia y la República Checa se encontraron en 2006 partes del cráneo y de los fémures.
Pero la aventura que emprendió Camilo José Cela superó a cualquier hallazgo; por ello el pasado 9 de junio, Día Internacional de los Archivos, se le hizo un homenaje a la pieza.