Chirimoyo
Si todos los amigos y familiares de Sánchez tuvieran que devolver lo que se han llevado crudo, España podría cumplir hasta sus compromisos con la OTAN. Y eso no. Hasta ahí podíamos llegar
Nuestro más excelso y sutil músico y pianista, el maestro y profesor Chirimoyo, ha renunciado a su cargo en la Diputación de Badajoz. Mala noticia para las chirimoyas, las frutas que el chirimoyo procura, muy sabrosas por cierto. Está demostrado que Beethowen compuso, entre otras cosas, nueve magnas sinfonías. De haber compuesto seis en lugar de nueve, olvidando la Quinta, la Séptima y la Novena, seguiría siendo –junto a Mozart-, la cumbre de la música sinfónica. Pero no es el caso del maestro Chirimoyo, cuya obra maestra, «La Balada de las Chirimoyas», sobrevuela al resto de sus composiciones. Melodía para elegidos, sosegada y trepidante simultáneamente. Desde la primera nota a la última, un melónamo no excesivamente exigente, puede seguir paso a paso la danza chirimoyil del profesor Azagra. Nace la baya, crece, hace migas con sus compañeras del chirimoyo, madura, es recogida, se distribuye en las fruterías de tronío y termina siendo devorada por un individuo que no valora lo suficiente su capacidad de encantamiento. En Venezuela y Colombia, el chirimoyo, además del árbol frutal, es el cabezón, el desmesurado de occipucio, el cabezudo descontrolado. La ministra portavoz del Gobierno, la joven y pizpireta señora o señorita Alegría, esa mujer tan simpática y pulcra, ha defendido la inocencia del maestro Azagra. «No ha hecho nada. Todo lo que le ocurrido ha sido por ser hermano del presidente del Gobierno».
Tremenda crueldad. ¿Cómo es capaz de afirmar que no ha hecho nada quién ha sido capaz de componer la danza de las chirimoyas? Si yo fuera Sánchez, ya le habría mandado el correo –antaño era un motorista–, con el anuncio de su fulminante despido. Se cuenta que el bondadoso don Joaquín Ruiz Giménez, ministro de Educación de un Gobierno del Generalísimo Franco, fue reclamado y recibido por el Jefe del Estado en el El Pardo. Que la audiencia se alargó en demasía, y que don Joaquín llegó a su casa cuando ya estaba preparada la mesa en el comedor. –Ha sido una experiencia inolvidable. Hemos repasado Su Excelencia y yo todos los problemas que conciernen a la los colegios, escuelas y Universidades de España–. Su esposa, entonces, recordó un detalle. «Joaquín, hace tres horas te han enviado esta carta del Palacio del Pardo, y parece que es urgente». Don Joaquín la abrió, y mostró en su rostro lo que Virgilio el gran poeta metafórico latino habría definido como «la expresión amarga del desconcierto». En aquella misiva, Franco le comunicaba que agradecía sus servicios pero que había decidido prescindir de ellos. Tuvo a don Joaquín toda la mañana tratándole como ministro después de haberle enviado la carta de despedida con anterioridad a su encuentro. Una ministra portavoz que afirma en comparecencia pública que «Azagra no ha hecho nada, excepto ser hermano de Sánchez», está insultando a la sensibilidad musical de España y al hermano de Sánchez.
He tenido que oír y escuchar –no es lo mismo–, una treintena de veces la balada de las chirimoyas del maestro David Azagra. Y puedo asegurar y aseguro, que se trata de una composición que es, al tiempo, original y horrorosa. Su parte horrorosa no es original y la original no es buena. Pero es cuestión de gustos. Con el «La, la,la» de Massiel no hubo unanimidad, a pesar de haber sido escrita en español y catalán. Tuvo de su parte, el acierto bilingüista del «la,la,la», que se dice y pronuncia igual en español que en catalán, y eso siempre es una ventaja.
La danza de las chirimoyas puede gustar o no gustar, pero ahí está. Es un hecho. Y que una ministra de Sánchez la convierta en nada, se me antoja tan brutal como desconsiderado. Hay que pulirla, pero no más. Propongo que la estación ferroviaria de Badajoz, siempre que llegue algún tren y no se quede detenido en el trayecto como es habitual, se denomine «Badajoz-Chirimoyas» a partir de ahora. Y exijo la inmediata sustitución de Pilar Alegría, que ha humillado públicamente al profesor Azagra despreciando la obra magna del compositor hispano-portugués.
Pero hay que reconocer que la orgía de las chirimoyas es composición muy particular. Si no la interpreta su autor, suena a vacío, y España le debe una gira por sus mejores salas de concierto.
Respecto al dinero que ha percibido durante muchos años como jefe de no se sabe qué en el Conservatorio de Badajoz del que ignora hasta su ubicación en la ciudad de marras, nada que hablar. Que no devuelva nada. Si todos los amigos y familiares de Sánchez tuvieran que devolver lo que se han llevado crudo, España podría cumplir hasta sus compromisos con la OTAN. Y eso no. Hasta ahí podíamos llegar.
Señora Alegría, a casa. Así no se le trata al hermano de nuestro vicepresidente, al que usted llama «presidente» porque no se entera de nada.