Inesperado talón de Aquiles de Sánchez
Soplan vientos desde el otro lado del Atlántico que chocan frontalmente con el circo antiespañol de cinco pistas que sostiene al Gobierno
Entre 1914 y septiembre de 1945, los europeos incendiamos el mundo dos veces, con las dos guerras más espantosas de la historia. En ambos conflictos acabaron viéndose involucrados los estadounidenses, que se dejaron unas 117.000 vidas en la Primera y 416.000 en la Segunda, cuando resultaron cruciales para derrotar al nazismo, porque el Reino Unido estaba ya exhausto y Francia, rendida y ocupada.
Tras la II Guerra Mundial cae un Telón de Acero que parte Europa, convertida en el tablero de juego de la Guerra Fría. Al Este, los países satélites del imperio comunista soviético. Al Oeste, la llamada Europa Occidental, socorrida –y tutelada– por Estados Unidos. Los americanos necesitaban tener a los europeos del Oeste de su parte para contener el avance del comunismo. En ese contexto se llega a un acuerdo no escrito, por el que se hacen cargo de nuestra defensa a cambio de nuestra lealtad y de que acojamos sus bases.
Ese acuerdo tácito ha venido funcionando hasta la segunda década de este siglo. Y para Europa resultaba una bendición, pues al ahorrarse una inversión a gran escala en defensa pudo permitirse costearse su oneroso Estado del bienestar.
El Trump del primer mandato comenzó a cuestionar que EE.UU. sea el pagano de la protección militar de Europa. Y el Trump que acaba de retomar el poder, todavía más directo, ha dado un puñetazo sobre la mesa, ha dicho basta y nos exige a los europeos en los términos más contundentes que empecemos a pagarnos nuestra defensa. Esta vez no habrá más remedio que hacerlo, porque además la amenaza rusa va a seguir ahí, incluso crecida (y en el caso español tenemos además un vecino sureño que supone siempre un problema latente).
El dinero que se dedique a defensa para cumplir las exigencias de gasto militar de la OTAN (léase de EE.UU.) habrá que detraerlo de otras partidas, porque la deuda europea ya es colosal. Eso anticipa un enorme debate político al respecto, que en España va a constituir un enorme e inesperado talón de Aquiles de Sánchez.
El Gobierno del PSOE está sostenido por los comunistas, que son filoputinianos y maduristas; por el partido de la ETA política, por el PNV y por las dos formaciones del golpe catalán de 2017, Junts y ERC. La pregunta es bien sencilla: ¿Va a apoyar semejante tropa, manifiestamente antiespañola, que España gaste más en defensa? Evidentemente, no. ¿Van a estar de acuerdo los separatistas con que se refuerce a los ejércitos del que consideran el país opresor de sus naciones? No, claro. ¿Va a estar el independentismo a favor de otorgar más medios a unas Fuerzas Armadas españolas cuyo supremo deber constitucional es defender la integridad de la nación que ellos aspiran a destruir algún día? Jamás apoyarán que gastemos más en las Fuerzas Armadas españolas.
Así que cuando Trump y la OTAN aprieten y la UE tenga que pasar por el aro de más gasto militar, Sánchez se quedará desnudo. No podrá cumplir con sus obligaciones internacionales y se vislumbrará que su Gobierno está sostenido sobre un circo de cinco pistas.
Cuando llegue la hora, será muy pánfilo el PP si en lugar de dejarle que se cueza en su propia salsa le saca las castañas invocando el famoso «sentido de Estado». El único sentido de Estado que cabe ante Sánchez es trabajar con denuedo y sin fisuras para que caiga cuando antes, poniendo así fin a su inquietante carrera de creciente pisoteo de nuestros derechos y libertades.