Gafe e incompetente
Del Gran Apagón también aprendimos que lo analógico es imprescindible que perdure frente a las políticas dogmáticas, sectarias e ideológicas que el gafe viene imponiéndonos en los ministerios de transición digital y energética
Tengo escrito y repetido que los cenizos, como los zopencos, nunca descansan, y que el malasombra conocido como «Galgo de Paiporta» –también desde mucho antes apodado «Falconetti» o «Doctor Fraude», para concluir en el «Chispas», tras el Gran Apagón– es un gafe redomado de la peor especie, los definidos como «sotanillos» y «manzanoides», cuya mufa, en el caso del primer ejemplar, afecta a los demás pero él se libra de sus fechorías mientras el segundo espécimen comparte las desgracias que genera.
Un ejemplo de cardo sotanillo sería la pandemia y otros, influenciados por el manzanoide, serían los sobrevenidos calamitosamente o por incompetencia y negligencia, como el volcán de la Palma, Filomena o el Gran Apagón, sin dejar de tener en cuenta que antes de su mandato nunca se había hablado en España, desde los tiempos de la Transición, ni en Europa, de una hipotética guerra y de la necesidad ineludible de rearmarse.
Les aseguro que mientras ordenaba en mi cabeza algunas líneas de este escrito caí en los brazos de Morfeo y desperté bruscamente y asustado de madrugada por la colosal mascletá que San Pedro había dispuesto para felicitar a los madrileños su día festivo de la comunidad con ocasión del «Dos de Mayo». Pareciera que el cielo terminaría abriéndose desgarrado por la intensidad, contundencia y prolongación en el tiempo de unos truenos aterradores, que en mi vida había oído tan espantosos, precedidos de unos relámpagos con capacidad para iluminar la Feria de Abril y que estoy convencido habrían sorprendido incluso a los replicantes de Blade Runner, mucho más que los rayos-C que vieron cerca de la Puerta de Tannhauser. En medio de la fenomenal tormenta pensé que había llegado el momento de que definitivamente nos cayera el meteorito y que, tras impactar sobre nosotros y hacernos papilla, ya me estaba imaginando al cenizo emergiendo de las ruinas de la Moncloa y disponiendo con su legión de asesores otro de sus habituales «Aló Presidente» para comunicar a los pocos supervivientes que de esta también saldríamos más fuertes.
Felizmente el meteorito no cayó pero no desdeñen esa posibilidad y la de cualquier otra inevitable plaga o calamidad mientras el malasombra siga en el poder. Nunca hemos salido más fuertes de ninguna de las desgracias padecidas desde que el secante manzanoide o sotanillo llegó al Gobierno y menos quienes desgraciadamente perdieron sus vidas por un virus o por la fuerza letal del agua, pero sí hemos aprendido que su incompetencia y la de sus colaboradores terminaron siempre empeorando las desdichas que la naturaleza y la negligencia causaron.
Y del Gran Apagón también hemos aprendido que lo analógico es imprescindible que perdure frente a las políticas dogmáticas, sectarias e ideológicas que el gafe viene imponiéndonos en los ministerios de transición digital y energética. El diésel condenado a desaparecer por esas políticas, como las nucleares, fue determinante para que los centros de decisión, los medios de comunicación y, sobre todo, los hospitales, siguieran funcionando con generadores que salvaron vidas de pacientes.
La energía nuclear que Francia nos envió permitió que el sistema eléctrico español se recuperara antes. Aún así el gafe pertinaz afirmó cegado por su sectarismo dogmático que las nucleares, lejos de ser una solución, fueron un problema. Francia, aseguró su ministro de industria y energía, es mucho menos probable que sufra un apagón general como el de España porque sus nucleares equilibran el sistema y la energía que generan es controlable, mientras que la de las renovables, en tanto no se invierta para su almacenamiento y se adapte el sistema para ello, no lo es. Por tanto no hay que descartar otro gran apagón en España en cualquier momento.
El dinero físico, contante y sonante, que las lumbreras de Bruselas, con la inestimable colaboración de los de aquí, pretenden eliminar, permitió que quienes lo tuvieron a mano el día que se fundieron los plomos pudieran coger un taxi o comprar productos básicos. Un simple infiernillo a gas o una humilde cocina de carbón y leña enviaron a hacer leches todo el complejo digital que ordena nuestras existencias domésticas. Y sobre todo, ese día, aprendimos que el teléfono móvil, ya imprescindible en nuestras vidas, en esas circunstancias se convirtió en un objeto inservible e inútil mientras una simple radio a pilas, el transistor de siempre, recuperó el poder de su insustituible y eterna compañía para que no cayéramos en la desesperación y ansiedad que genera el vivir un hecho inédito de tales dimensiones sin tener información y conocimiento alguno sobre la causa que lo provocó. Y que el gafe, por cierto, aún no ha explicado, quizás porque no tiene a quien culpar y así exonerar sus responsabilidades como máximo gobernante. Cosa muy propia de su habitual proceder .