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tribunaAntonio Bascones

La decadencia moral invade las sociedades

La razón de esta desestructuración no es otra que la falta de educación en las familias, del cambio de la cultura de la ética por la cultura del interés, de la ausencia del ejemplo de padres y abuelos, de la falta de formación de las familias. Mientras no se ataquen estos problemas no se conseguirán resultados positivos

Act. 06 oct. 2025 - 08:28

Es increíble la etapa que estamos viviendo estos últimos años en el panorama actual. En un mundo convulso, con altas cotas de corrupción difícilmente alcanzables en una sociedad organizada y educada, lo que está ocurriendo es algo que, por mucha imaginación que hubiéramos tenido, hace un par de décadas, no hubiéramos podido creer. Si nuestros padres nos hubieran contado que habría asesinatos a sangre fría, muchos de ellos vistos en primeros planos o nos hubieran hablado de la corrupción, un término poco extendido y casi desconocido para el gran público, hubiéramos puesto cara de incredulidad. Y si nos hubieran explicado la libertad infradiafragmática que está invadiendo a nuestros políticos y además pagada por nuestro dinero, la cara nuestra hubiera sido de antonomasia.

Un patrimonio que tanto cuesta conseguir, escamoteado por un Estado que no tiene piedad con el dinero público como ya dijo esa política, de cuyo nombre no quiero acordarme, de una manera descarada, se ve cada día más en los bolsillos de ellos que de los nuestros. Y lo más curioso, por no decir lamentable, es que esos impuestos se utilizan, en una buena parte, en vicios, corruptelas, extravíos y demás minucias sin importancia. Esto lo que hace es corromper los entresijos de la sociedad, pervertir la ética de nuestra actividad y perder la confianza en las instituciones, ya que las personas si ven que algunos políticos roban de una manera desaforada, entienden que ellos pueden poner una comida familiar a nombre de la empresa, tomar un taxi y ponerlo a gastos de representación o meter gastos personales en la cuenta de emolumentos de empresa.

Estos pequeños detalles no son tales, pues si quebrantamos la moralidad en lo poco, estaremos en la posición de justificar lo mucho y esto es lo que está ocurriendo actualmente. Nos ponemos de perfil ante esta degeneración que ha socavado los entresijos de la sociedad. La depravación moral lleva a la destrucción de la sociedad, de sus principios y valores, de la ética que debe dirigir nuestra actividad en cualquier plano desde que salimos de casa, en un taxi, un restaurante, el trabajo etc. A todo esto, se añade la inmigración descontrolada que desequilibra la sociedad, el enfrentamiento al que nos han abocado y el odio interno que rebosamos. La impunidad que tienen los delincuentes hace que no haya esperanza en el futuro; es lo peor que puede ocurrir. Cuando en una familia, y la sociedad es eso, se pierde la certidumbre en los padres, todo se desmorona. Nada hay más perverso que perder el proyecto de nuestro caminar en la vida.

La razón de esta desestructuración no es otra que la falta de educación en las familias, del cambio de la cultura de la ética por la cultura del interés, de la ausencia del ejemplo de padres y abuelos, de la falta de formación de las familias. Mientras no se ataquen estos problemas no se conseguirán resultados positivos. Si la sociedad quiere conseguir resultados acordes con la moral será necesario volver a implementar la educación en los niños y para ello la familia debe ser el primer pilar donde se apoya, continuando con los profesores en todos los niveles educativos que van desde la educación infantil a la universitaria, pues el proceso de la educación, debemos repetir una y otra vez, es un viaje continuo que nunca acaba.

Es necesario demostrar, con el ejemplo y la palabra, la bondad de la instrucción, haciendo pedagogía en cada momento, en las diferentes situaciones que nos presenta el ejercicio diario. Una didáctica desde que nos levantamos y llegamos al trabajo pasando por el lugar donde tomamos un café. Esto nos obliga a ser estrictos con nosotros y practicar el magisterio fundamentalmente con nuestro ejemplo. Ya sé que esto que digo, dependiendo de quién lo lea, puede entenderse como algo anacrónico y desfasado, pero pienso que es la base, el núcleo donde asienta el engrandecimiento de una sociedad desarrollada en lo ético y en lo moral. Si queremos una convivencia de largo plazo, si deseamos restaurar la verdad es obligado devolver la educación y fortalecer los mimbres en los que se apoya lo que nos une más que lo que nos separa. Esta reconstrucción no es nada fácil y necesita tiempo, paciencia y perseverancia, pero al final se obtendrán resultados positivos que facilitarán el desarrollo en el camino correcto.

Todo esto se puede aplicar, sin miedo a equivocarse, a la mayor parte de los países, por no decir todos, en los que con más o menos intensidad se presentan estas lacras. Este mundo no puede seguir por la senda del enfrentamiento, tan útil para los poderes que necesitan, para perpetuarse, desarrollar un continuo desencuentro entre las personas. Es tan práctico para sus intereses que hacen una permanente labor de trabajo para conseguirlo. En algunos casos, esto es lo único que hacen.

Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España

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