La intensa espiritualidad de la poesía navideña de Amado Nervo
El autor mexicano se acerca a la Navidad con composiciones en las que manifiesta un profundo sentido de la espiritualidad y una búsqueda permanente de la belleza artística
Domenico Zampieri (Domenchino): «Adoración de los pastores». Ca. 1607-1610. Óleo sobre lienzo
El mexicano Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, conocido por su pseudónimo de Amado Nervo (1870-1919) es, ante todo, poeta, inicialmente adscrito al movimiento modernista, del que paulatinamente se fue apartando, aunque sin renunciar al ritmo y a la musicalidad que identifican su estilo. Estas son algunas de sus obras más conocidas: Perlas negras (1896), Místicas (1898), El domador de almas (1899), Poemas (1901, obra publicada en París), El éxodo y las flores del camino (verso y prosa, 1902), Lira heroica (1902), Las voces (1904), Jardines interiores (1905), En voz baja (1909), Serenidad (1912), Elevación (1917, quizá una de sus obras más importantes, subtitulada Nuevos poemas, donde afloran sus preocupaciones religiosas), Plenitud (verso y prosa, 1918, compuesta por 60 textos aforísticos), El estanque de los lotos (1919), El arquero divino (1919), La amada inmóvil (obra publicada a título póstumo, en 1922, inspirada en el amor de su vida, Ana Cecilia Luisa Daillez, muerta prematuramente en 1912). Amado Nervo es también autor de numerosos artículos periodísticos publicados no solo en México, sino en Hispanoamérica y en España; y de algunos ensayos, entre los que destaca Juana de Asbaje (1910, una biografía de sor Juana Inés de la Cruz).
Y también abordó Amado Nervo la temática navideña, a la que se acerca con composiciones en las que manifiesta un profundo sentido de la espiritualidad y una búsqueda permanente de la belleza artística. Y de entre ellas elegimos para su comentario las tituladas «Nochebuena» y «Jesús», que transcribimos y comentamos a continuación.
Nochebuena
abierto está el edén.
¿No oís voces sonoras?
Jesús nació en Belén.
La luz del cielo baja, 5
el Cristo nació ya,
y en un nido de paja
cual pajarillo está.
El niño está friolento.
¡Oh noble buey, 10
arropa con tu aliento
al Niño Rey!
Los cantos y los vuelos
invaden la extensión,
y están de fiesta cielos 15
y tierra... y corazón.
Resuenan voces puras
que cantan en tropel:
¡Hosanna en las alturas
al Justo de Israel! 20
¡Pastores, en bandada
venid, venid,
a ver la anunciada
Flor de David!...
El poema está compuesto por seis cuartetas de versos heptasílabos, en cada una de las cuales riman en consonante los versos primero con tercero y segundo con cuarto. Y la peculiaridad de estas rimas estriba en que todos los versos pares del poema acaban en palabra aguda, lo que le confiere una especial sonoridad; tal y como puede comprobarse a continuación:
Cuarteta primera: /-óras/ (versos 1 y 3: «pastóras/sonóras»), /-én/ (versos 2 y 4: «edén/Belén»). En esta cuarteta, eliminando la conjunción, el artículo y la preposición, de las doce palabras restantes, seis son agudas. Y, por otra parte, hay una clara aliteración de fonemas vocálicos de abertura media, ya sea de localización anterior (verso 2, fonema /e/: «abierto está el edén»), o posterior (verso 3, fonema /o/: «¿no oís voces sonoras?»).
Cuarteta segunda: /-ája/ (versos 5 y 7: «bája/pája»), /-á/ (versos 6 y 8: «ya/está»). El condicionamiento de la rima exige el leve hipérbaton «y está, cual pajarillo, en un nido de paja»). La proximidad de las palabras «paja» (verso 7) y «pajarillo» (verso 8, en el que la palabra pájaro figura con el sufijo diminutivo de carácter afectivo -illo), así como la abundancia del fonema vocálico /a/ (la a se repite 11 veces en total) dotan a la cuarteta de una grata eufonía.
Cuarteta tercera: /-énto/ (versos 9 y 11: «friolénto» [que es muy sensible al frío]/aliénto”), /-éy/ (versos 10 y 12: «buéy/Réy»). En los villancicos, esta última rima en las citadas palabras es frecuente, ya que son muy escasas las palabras que terminan en el diptongo /ei/ o en el triptongo /uei/. Adviértase, por otra parte, la cadencia rítmica que originan las combinaciones sintagmáticas «niño friolento» (verso 9, en el que el verbo copulativo carece de valor semántico), «noble buey» (verso 10), «Niño Rey» (verso 12).
Cuarteta cuarta: /-élos/ (versos 13 y 15: «vuélos/ciélos»), /-ón/ (versos 14 y 16: «extensión/corazón»). Entendemos que «los vuelos» son «los ángeles» que cantan, en una metonimia en que el símbolo («vuelo») reemplaza a lo simbolizado («los ángeles»); y que «la extensión» es el espacio celeste que estos ocupan. Por lo demás, el polisíndeton de los versos 15 y 16 («y están de fiesta cielos / y tierra... y corazón») da mayor fuerza a lo expresado («cielos/tierra/corazón»); y, además, los puntos suspensivos que preceden a la palabra «corazón» dejan momentáneamente la enumeración en suspenso, creando una expectación que hace que en dicha palabra se concentre la tensión emocional; y así, la palabra «corazón», en una sinécdoque de la parte por el todo, prolonga la fiesta de «cielos y tierra» a toda la Humanidad.
Cuarteta quinta: /-úras/ (versos 17 y 19: «púras/altúras»), /-él/ (versos 18 y 20: «tropel/Israel»). Cantar «en tropel» (verso 18) indica hacerlo «con movimiento acelerado, yendo muchos juntos»; y la palabra «Hosanna» (verso 19), de procedencia hebrea (hša‘nōā), indica una exclamación de júbilo (y se emplea en la liturgia tanto judía como cristiana, con el significado primitivo de «sálvanos, te rogamos». [La frase «Hosanna en las alturas» figura en el Evangelio de San Mateo (21:9), cuando refiere la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, celebrada por la gente: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!». Y, por otra parte, el canto de los ángeles «Gloria a Dios en las alturas» lo recoge en su Evangelio San Lucas (2:14)]. En cuanto al verso 20, «Justo de Israel» es una forma metafórica de referirse a Jesús, con ciertas reminiscencias bíblicas.
Cuarteta sexta: /-áda/ (versos 21 y 23: «bandáda/anunciáda»), /-íd/ (versos 22 y 24: «veníd/Davíd»). Si en los versos 17 y 18 «las voces puras» de los ángeles «cantan en tropel», ahora son «los pastores» los llamados a acudir al portal «en bandada» (verso 21), como multitud bulliciosa. Y si en el verso 20, Jesús es el «Justo de Israel», en el 24 es la «Flor de David» (recordemos que los Evangelios de san Mateo (1:16) y de san Lucas (3:23) presentan a Jesús como descendiente directo del rey David, al tratarse del Mesías prometido en las profecías del Antiguo Testamento.
La sencillez de Nervo
El contenido del poema es de una enorme sencillez: la «·voz poética» llama a pastores y pastoras para que acudan a Belén, porque Cristo -la luz bajada del cielo (verso 5), el Niño Rey (verso 12), el Justo de Israel (verso 20), la flor de David (verso 24- ya ha nacido, y se encuentra en las pajas de un humilde pesebre protegido del frío por el aliento de un buey, mientras los ángeles entonan cantos en su alabanza.
La interrogación retórica del verso 3 («¿no oís voces sonoras?») conecta con la apelación en forma de imperativo en el verso 22 («venid, venid»), una reiteración del verbo que hace más enérgica la llamada a acudir a un anunciado nacimiento que ya se ha producido. El tono exclamativo de las estrofas tercera, quinta y sexta no hace sino subrayar el gozo de la «voz poética» al trasladar al corazón de toda la Humanidad su propia alegría ante el nacimiento de Jesús.
Jesús
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del Espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes? 5
Las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
Llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. 10
¿Por qué buscarle en los planetas?
Globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos 15
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un león.
El que se adentra 20
osado en el abismo
sin playas de sí mismo,
con la luz del amor, ese le encuentra.
El propio Amado Nervo pone fecha al poema: 20 de diciembre de 1917, y está incluido en uno de sus más populares libros: El estanque de los lotos. Está compuesto por 23 versículos —no sujetos a rima salvo la última estrofa, que es una redondilla con rimas consonantes; algo, por lo demás, muy frecuente en su última etapa poética—, repartidos en seis agrupamientos estróficos (versículos 1-4, 5-10, 11-13, 14-16, 17-19 y 20-23, tal y como figuran distribuidos en el texto original), y de diferente cómputo silábico (13 endecasílabos —versículos 2, 3, 5, 7, 8, 9, 12, 13, 15, 17, 19 20 y 23—, 6 heptasílabos —versículos 4, 14, 16, 18, 21 y 22—, 2 dodecasílabos —versículos 1 y 6—, 1 eneasílabo —versículo 11—, y un trisílabo —versículo 10— que funciona como pie quebrado: «nomás».
La sexta agrupación estrófica conduce el poema a su clímax ascensional, y es la de ritmo más ágil, precisamente por la combinación de endecasílabos (versículos 20 y 23; rimas en /- éntra/: «adéntra»/encuéntra” y heptasílabos (versículos 21 y 22; rimas en /-ísmo/: «abísmo/mísmo»). El versículo 20, un endecasílabo enfático, ofrece la peculiaridad de que ocupa dos renglones, con una pausa interna que ayuda a realzar el significado de la primera parte del versículo (É-ra-yés-un-le-ón), con acentos extrarrítmicos en formas del verbo «ser», un verbo que afirma del sujeto («Jesús») lo que significa el atributo («un león»: metafóricamente, «resuelto y decidido en sus acciones). además, “era y es» lo sitúa fuera del tiempo.
El resto de los agrupamientos estróficos, y en especial el segundo, tienen un ritmo más pausado, en parte gracias a la mayor presencia de versículos endecasílabos, en parte gracias a la esticomitia, al coincidir la unidad sintáctica y la métrica. Dos palabras esdrújulas a final de versículo (4 y 17) convierten a estos en heptasílabo («espíritu») y endecasílabo («océano»), respectivamente.
En cuanto al vocablo que encabeza el versículo 10 y prolonga el 9 («llamas / nomás»), se emplea en México con el significado de «solamente», e introduce, como antes señalábamos, un pie quebrado. El desarrollo circular del tema —el descubrimiento de Jesús en el interior de cada ser humano a través del amor— le confiere una profunda cohesión estructural al poema: una vez dado por sentado —en los versículos iniciales— que Jesús vino «de donde anida el yo: de las regiones / internas del espíritu», las eficaces interrogaciones retóricas —en endecasílabos de diferentes y marcados ritmos acentuales— acerca de dónde se halla Jesús van preparando un final climático en el que está la única respuesta posible para el poeta: Jesús está en el interior de uno mismo, y para descubrirlo solo es necesaria «la luz del amor».