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Michael Czerny

Michael CzernyInstituto Juan Pablo II

Entrevista al jesuita y elector en el cónclave

Michael Czerny, cardenal elector: «No elegimos al sucesor de Francisco, sino al sucesor de Pedro»

El purpurado, que en apenas una semana votará a quien considere preparado para tomar el timón de la barca de Pedro, recibe a El Debate en la Casa General de los Jesuitas y subraya que «la unidad no puede ser el objetivo o la estrategia del cónclave»

A unos pasos de la Plaza de San Pedro, en la Casa General de los Jesuitas, el cardenal Michael Czerny (Chequia, 1948) recibe a El Debate con la calma que caracteriza el lugar. Habla con serenidad pero también con firmeza. «Usted tiene la libertad para preguntar, y yo para no responder», advierte con cortesía antes de comenzar. Su estilo pausado no teme marcar distancia cuando lo considera necesario.

Jesuita, ordenado sacerdote en 1973, Michael Czerny ha estado al frente del dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Su trayectoria lo ha llevado a trabajar en ámbitos como la justicia social, las migraciones y el cuidado del medio ambiente, temas centrales en la agenda y el compromiso del dicasterio que ha dirigido. Creado cardenal en 2019, Czerny entrará en apenas unos días en la Capilla Sixtina para votar a quien considere preparado para tomar el timón de la barca de Pedro.

La clave de la «escucha»

–Eminencia, ¿cómo se está preparando usted para este primer cónclave que vivirá?

–Pienso que la palabra clave es «escucha». Es lo que hemos aprendido en el Sínodo. Escuchar en un sentido profundo, no superficial. No se trata solo de ausencia de ruido, sino de tratar de recibir profundamente lo que está siendo dicho.

–Supongo además que con unas congregaciones tan numerosas, con 71 países representados y 133 cardenales, debe ser un reto escuchar tantas voces...

–[Guarda un incómodo silencio antes de responder] No hablo de las congregaciones.

–Usted dijo en declaraciones recientes que «si me preguntaran cuál es el camino equivocado para el cónclave, diría: pensar que la unidad es la prioridad». ¿Podría explicar esto?

–La unidad es un camino correcto, pero no puede ser el objetivo, la estrategia o el programa. La unidad de la Iglesia es don del Espíritu Santo para una Iglesia que evangeliza. Como se vio en los Hechos de los Apóstoles, la Iglesia que salió en Pentecostés era una Iglesia unida porque todos entendieron y recibieron la Buena Nueva en su propia lengua. Esa es la verdadera unidad.

–¿Y no le preocupa que esas declaraciones puedan acentuar la división entre los cardenales?

–No es división, es diversidad. Has mencionado antes la cantidad de países que participan en las congregaciones. Somos diversos, pero no hacemos de este tiempo un momento para unirnos. Hacemos algo y nos sentimos unidos. Esa es la idea. La unidad no es un programa y no puede ser objetivo.

Encontrar unidad en una vocación común

–Desde fuera, a veces se percibe el cónclave como una lucha entre ideas, entre los que quieren progreso y los que no. ¿Cómo se puede superar esa lectura simplista?

–Hay muchas visiones, pero todos estamos unidos en ver a Cristo, a la Iglesia y al mundo. Todos queremos ser Iglesia en salida para llevar el Evangelio. Nadie está en contra de eso. Encontramos unidad en esta misión y vocación común.

–Siguiendo con esta idea de la 'Iglesia en salida', que ha sido uno de los sellos del pontificado de Francisco, ¿cuáles considera usted que son los aspectos de su papado que 'ya no tienen marcha atrás' y en los que se seguirá incidiendo en el futuro?

–Esa no es la pregunta. No estamos tratando de elegir al sucesor de Francisco, sino al sucesor de Pedro. No se trata de alguien que continúe un papado iniciado en 2013, sino de quien comenzará su ministerio en 2025 como Obispo de Roma. La verdadera pregunta es: ¿a quién nos indica el Espíritu Santo para asumir esa misión? ¿Quién será el llamado a anunciar la Buena Nueva a toda la creación? Eso es lo que me llena de esperanza e ilusión, porque ese es, en el fondo, nuestro verdadero cometido.

–¿Y cómo se puede entender mejor lo que conlleva que se elija al sucesor de Pedro, y no simplemente, como explica, un 'sustituto' de Francisco?

–Pienso que deberíamos comenzar reflexionando sobre la figura del obispo que cada uno tiene en su diócesis. Es decir, plantearnos la pregunta: «¿Qué obispo quiere Dios para nosotros?».

Desde ahí, podemos pensar en cómo este nuevo obispo está llamado a contribuir a la vida de la Iglesia, reconociendo el valor del pasado, pero también afrontando con valentía los nuevos desafíos. Creo que esta imagen –que también ha sido un acento importante del pontificado de Francisco– puede ayudarnos a comprender mejor el papel de la Iglesia local.

¿La Iglesia tiene desafíos globales?

–¿Cuáles cree que son esos desafíos que deberá afrontar la Iglesia en los próximos años?

–No puedo contestar eso porque no me has dicho de qué Iglesia estás hablando…

–De la Iglesia católica, apostólica, romana.

–Pero eso no existe ahí. Existe aquí o allá. Entonces, si me preguntas por los desafíos de la Iglesia en España, hablaré de esos desafíos específicos y así con otros ejemplos. Pero la Iglesia, como tal, no tiene prioridades de este tipo, del tipo de tu pregunta. Ese tipo de lógica puede aplicarse al mundo de los negocios, pero no a nosotros.

–Pero ¿no cree que, como pueblo de Dios, compartimos algunos desafíos comunes?

–El hecho de que yo pueda estar experimentando lo mismo que un cristiano de la Iglesia en Hong Kong, por ejemplo, es algo significativo y bonito, pero no forma parte de mi vida diaria como creyente.

Estoy en solidaridad con la Iglesia de Hong Kong, pero mi vocación está aquí, en el lugar en el que me encuentro. También, para ser justo, parte de mi vocación como cristiano no es quedarme encerrado en mí mismo, sino que implica también esa solidaridad con los cristianos de lugares como Hong Kong o Burkina Faso.

La presión de ser Papa

–En los últimos años ha habido procesos o documentos como Fiducia Supplicans o el Sínodo de la Amazonía que siguen abiertos. ¿Cómo cree que se conducirán estos temas en el próximo pontificado?

–Creo que la palabra clave es «sinodalmente», que es lo que hemos estado aprendiendo en estos años: tratar estas cuestiones de manera conjunta. Estamos en un proceso, y como sabemos, los procesos en la Iglesia no son rápidos.

–Entonces, ¿la sinodalidad seguirá estando presente en los próximos años?

–La sinodalidad es un signo de la primera Iglesia. Es también un tema importante del Concilio Vaticano II y de nuestras Iglesias orientales. No es una invención de Francisco, pero él le ha dado un impulso muy significativo.

–Usted ha estado en zonas de conflicto, como Siria, donde los cristianos enfrentan persecución. ¿Cree que cada vez más el pueblo de Dios toma conciencia de estas realidades?

–Es una pregunta difícil, porque no me estás especificando a quiénes te refieres exactamente. ¿A los españoles? ¿A quiénes en particular? El problema, en realidad, es de comunicación. Lo que debería afectarme por lo que sufre la Iglesia en Siria no es fácil de asimilar, especialmente cuando estamos bombardeados constantemente por tantas imágenes, información y noticias falsas. No se trata solo de una cuestión cristiana, sino de cómo vivimos hoy en día. Es parte de la angustia de nuestro tiempo.

–La pregunta del millón que se hace a los cardenales: ¿siente usted la presión de poder ser escogido como Papa?

–[Se ríe] Eso pregúntaselo al Espíritu Santo.

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