
Josema Yuste durante la entrevista con El Debate en el Teatro Muñoz Seca
Josema Yuste, actor, director y productor teatral
Josema Yuste: «El Gobierno trata de imponer un pensamiento único y si no piensas como el Gobierno, eres facha»
El Debate habla con Josema Yuste de su éxito en el teatro con dos obras en el Muñoz Seca de Madrid y de temas de actualidad
Los años 70, 80 y 90 del siglo pasado son para muchos la edad de oro de la televisión. No había la cantidad asfixiante de oferta de canales y plataformas como ahora, pero lo cierto es que era un modo de hacer entretenimiento más libre, original y refinado.
De aquella época, Josema Yuste es todo un superviviente. Tras su paso por Martes y Trece ha tenido un proceso de reinvención, y hoy triunfa en el teatro. En este momento, tiene en cartel dos obras de forma simultánea en el Teatro Muñoz Seca de Madrid: Que Dios nos pille confesados y La cena de los idiotas.
El actor, director y productor teatral llega con paso ligero al Muñoz Seca, donde ha quedado con El Debate. Le esperamos en el escenario, rodeados de un decorado –cuidado hasta el más mínimo detalle– que representa el interior de la que podría ser cualquier vivienda del Madrid de los Austrias.
Yuste atraviesa el patio de butacas, reconoce que está exultante, pues acaba de ganar un partido de golf, y tras saludar con cordialidad comienza la entrevista con todo el teatro para nosotros.
–Está en el Teatro Muñoz Seca con dos obras de teatro: Que Dios nos pille confesados, escrita para usted, que dirige y protagoniza, y un clásico, La cena de los idiotas, que dirige. ¿Cómo están funcionando?
–Pues afortunadamente muy bien las dos. La función que interpreto yo, que se llama Que Dios nos pille confesados, donde hago de un cura…, especial, se produce de miércoles a domingo y La cena de los idiotas viernes, sábado y domingo, y están funcionando muy bien. Así que desde aquí aprovecho brevemente para agradecer al público de Madrid y de toda España la gran acogida que estamos teniendo.
–Tengo que reconocer que me reído como un cosaco en las dos. Usted está genial, pero es que Javier Losán, Santiago Urrialde (que salen en las dos) y Felisuco, que protagoniza La cena de los idiotas son brutales. ¿Cómo es trabajar con ellos?
–Son compañeros y amigos ya, porque hace muchos años que trabajo con ellos en otras comedias, así que digamos que nos conocemos muy bien y sé cómo dirigirles perfectamente y cuáles son sus puntos débiles, y los otros, los potentes, que todos tenemos. Entonces trato de llevarlos a una situación cómoda para ellos y que brillen.
–¿Es complicado estar con dos obras al mismo tiempo en un mismo teatro y con gran parte de los actores desdoblados en ambas obras?
–Es complicado, digamos, iniciar los ensayos, al principio, estrenar…, las dudas que te generan… Todo eso es complicado y te lleva a una situación de nerviosismo inevitable, incluso bueno.

Un momento de la entrevista con Josema Yuste
Una vez que estrenas las dos funciones y ves que van bien y que la gente viene y se lo pasa muy bien, ya es como que respiras. Llevamos ahora mismo unos meses en una situación, digamos, de placer, pero nunca hay que ni relajarse ni decir: Venga, ya está. Llego aquí, hago la obra, pim, pim, pim, pim, como un papagayo y ya está. No. La funcion hay que hacerla cada día.
O sea, aquí el toro sale cada día y hay que torearle cada día. Y el toro te puede coger cada día. Entonces, si te relajas, te coge el toro. Así que yo les digo a los actores –creo que les influye mucho en ese aspecto– que no se relajen nunca, que, aunque venga la gente, se llene el teatro y se lo pasen muy bien, la función hay que hacerla cada día, hay que sudar la camiseta cada día. No la puedes hacer de una forma robótica o mecánica, porque entonces no llega.
–Que Dios nos pille confesados, además de una comedia, es una obra de intriga al estilo de Agatha Christie. Se le ve disfrutar en la obra…
–Sí, porque las comedias cómicas que yo suelo hacer son eso: comedias cómicas. Comedias de humor blanco…, comedias cómicas sin más, no hay una lectura, una sublectura…, no subyace nada. Te ríes y ya está. Una situación creada, o varias situaciones, pero sin más.
Pero esta comedia (Que Dios nos pille confesados) tiene la originalidad, primero, que se ha escrito ahora, y segundo, que está un poco en esa línea que decías de una intriga de Agatha Christie donde hay un argumento que el espectador sigue, con unos giros que no te esperas y de repente, además, te ríes durante el argumento. Tiene entonces dos cosas muy potentes para una comedia cómica: argumento (intriga) y carcajadas.
–Durante la representación se produjo algún momento en que les da un ataque de risa. Curiosamente, son los momentos más celebrados por el público, también la improvisación. ¿Cómo hace para lidiar con esos momentos en que el chiste es tan bueno que es imposible resistir una buena carcajada?
–Nosotros, los actores, como ya conocemos la trama, nos reímos sobre todo cuando uno de nosotros se equivoca, se trastabilla, dice una palabra por otra... Entonces nos entra la risa porque nos saca de situación un poco.
Pero yo también les digo mucho a mis compañeros que hay que tener cuidado con eso. Hay que recoger velas enseguida. Te puede entrar la risa, te dejas llevar, pero recoge velas, no te dejes llevar demasiado porque entonces se pierde un poco de la magia, se pierde un poco el argumento.
Hay que tener cuidado con eso, pero está bien que a veces ocurra, siempre y cuando ocurra de una forma espontánea, honesta y sincera. No hay que buscar nunca ni el fallo, ni la risa, ni la equivocación. Si te equivocas, te equivocas y ya está. Y si eso produce risa, pues te ríes, pero no te quedes riendo dos minutos.
Pero a veces, ¡a veces!, es muy difícil recoger velas, porque la gente conecta mucho con eso. Porque ve que lo estás haciendo (la obra) hoy para ellos, y ese fallo quizás solo se produce ese día.
La Revuelta me parece un buen programa. Es un programa moderno, fresco... No tengo nada en contra de ese formato
Como pasó una vez con la obra anterior que hice, El aguafiestas, que nos entró una risa tremenda en tres o cuatro ocasiones en la obra, no podíamos parar. Al final yo pedí disculpas al público, de alguna forma, pero también les dije: Ustedes han visto una función que nadie más volverá a ver nunca. Y lo agradecieron.
–Usted es un clásico de los humoristas españoles. ¿Cómo ve la nueva generación de humoristas? ¿Qué le parece, por ejemplo, Broncano y su programa, La Revuelta?
–Me parece un buen programa. Sin ninguna duda. Es un programa moderno, fresco... No tengo nada en contra de ese formato. Lo he visto alguna que otra vez y me parece un programa muy fresco, sobre todo.
Yo, es cosa mía, echo de menos un poquito, digamos, de menos improvisación. Noto demasiada improvisación. Demasiado ‘a ver qué pasa hoy’. ‘Que pase lo que pase’. Está bien, pero en hora y pico... Yo metería algo más de guion. Dicho esto, a mí me gusta el programa.
–El humor que hace usted en el Muñoz Seca es muy libre, como también era muy libre el humor que hacía en televisión en la época de Martes y Trece. En esta época actual de miedo a la cancelación, en esta época de autocensura para plegarse a lo políticamente correcto, ¿sería imposible un humor en televisión como el que hacía usted? ¿Se ha deteriorado la libertad de expresión en los últimos años, o es una percepción?
–No, es una realidad obvia. Se ha deteriorado, claramente, yo creo que por dos razones. Una, porque las redes sociales hacen mucho daño y uno se deja llevar por las redes sociales y la opinión de los demás. Yo, afortunadamente para mí, lo he dicho siempre y lo tengo clarísimo, no estoy en ninguna red social ni voy a estar jamás. Y creo que eso es bueno para tu salud mental.
Si hay algo estúpido, es eso: ‘Si no estás conmigo, eres un facha’
Entonces, me siento libre. Pero sé que alguien vendrá y me dirá: Te han puesto verde en las redes sociales. Vale, déjame en paz, no me cuentes nada, me da igual. Pero siempre escuece, aunque no quiero que me influya como para que me censuren mi trabajo cuando escribo, cuando adapto, etcétera.
Y segundo, yo creo que es un poco el tratar de imponer un pensamiento único. Parece como que el Gobierno que tenemos trata de imponer un pensamiento único y si no piensas como el Gobierno, eres un facha. Es así de claro. Eso es lo más estúpido que yo he oído en mi vida. Si hay algo estúpido, es eso. ‘Si no estás conmigo, eres un facha’. ‘No, no estoy contigo. Soy otra cosa. A ver si el facha eres tú. Porque igual sí el facha eres tú. Porque, como me impones tú tu idea, quizás el facha seas tú’, ¿no? Pero yo trato de estar al margen de todo eso y trato de ser un artista libre.
–Frente a una televisión encadenada a la dictadura de lo políticamente correcto, ¿es el teatro uno de los últimos reductos de la libertad de expresión?
–Sí. Es una buena pregunta, porque yo creo que la televisión… ¡Buf!, lo que tú decías antes. Y el cine, pues un poco también. Si no haces una película o una comedia cachonda… O si no te metes ya un poquito y tienes que estar del lado del que te subvenciona, si no, no hay dinero.
Entonces, en el teatro haces lo que te dé la gana. Hombre, si eres tú el productor, como es nuestro caso. Somos tres socios y producimos también lo que hacemos. Entonces, ahí hago lo que quiero. Y se conoce que a la gente le guste, porque el teatro se llena todos los días. O sea, que muy agradecido también por eso.
–Si no tiene inconveniente, hablemos de temas de actualidad política. Usted interpreta a un sacerdote en Que Dios nos pille confesados: ¿vive el diablo en la Moncloa?
–En la obra, sí. Esto es ficción, esto es una obra cómica. Pero en la obra, sí. Hay que venir a ver la obra. Se explica eso, por qué se dice eso.
–De todos modos, se percibe como un auténtico misil en la línea de flotación de Sánchez.
–Creo que me conocen. Sánchez me conoce, Sánchez y toda España. Primero, yo no me callo. A mí no me amedranta nadie. Lo del pensamiento único me parece una soberana gilipollez. Te lo digo así de claro.
Creo en la libertad y creo en la libertad individual, y además creo que la hemeroteca siempre vuelve
Creo en la libertad y creo en la libertad individual, y además creo que la hemeroteca siempre vuelve. Desgraciadamente para algunos, la hemeroteca siempre vuelve.
Yo como artista habré podido cometer algún error, pero hace muchos años y contemplado en aquella España de entonces, no se puede traer aquí. Pero es que hoy, pues hoy se cometen errores, se dicen mentiras, se actúa de una forma cobarde muchas veces, no se contesta a las preguntas de la oposición en la Cámara, o se contesta evadiendo... Hablo del presidente Sánchez, evidentemente, y esto no son bulos, ni mentiras.
–No solo lo del «diablo en la Moncloa», Felisuco en La cena de los idiotas hace una referencia a su paso por Ciudadanos totalmente hilarante. ¿La política con humor entra mejor?
–Claro. Ahí está Rajoy, que para mí ha sido el mejor orador que ha dado la política española y con mejor sentido del humor. Sin ninguna duda. Pero de largo, de largo. No digo mejor político, he dicho el mejor orador y con el mejor sentido del humor.
Rajoy ha sido el mejor orador que ha dado la política española y con mejor sentido del humor
La política con humor, claro, entra mucho mejor, evidentemente, pero siempre que el humor sea como el que era el de Rajoy: inteligente, fino, no grotesco ni agresivo o humillante, como es el de Sánchez muchas veces.
–Y ya para terminar: está triunfando en el teatro como en su día triunfó en la televisión. ¿Echa de menos aquellos primeros años?
–No. O sea, no echo de menos la fama. Ni tampoco echo de menos esa etapa. Esa etapa la viví, la disfruté, lo pasamos muy bien, fue fantástica, fue estupenda en todos los sentidos, nos hizo crecer muchísimo… Fenomenal. Pero ya está, ya ha pasado, ya estoy en otra. Supe reinventarme, creo…, a fuerza de trabajo, de ser constante, trabajador y profesional. Yo nunca diré que soy el mejor de nada, no lo soy, de hecho, pero sí soy un gran profesional, eso sí lo soy, y creo que tengo los mínimos como artista como para poder ponerme en un escenario, con la comedia, con este género. Entonces no echo de menos nada porque lo viví intensamente y ahora estoy disfrutando mucho este momento. Así de sencillo.