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Ya comenzó la Lotería de Navidad de 2023

Siempre existen combinaciones menos atractivas que quedan disponibles hasta el finalEFE

¿Qué pasa si nadie tiene el décimo del Gordo de la Lotería de Navidad?

La ilusión colectiva sobrevive, porque el verdadero espíritu del sorteo no depende de quién gane, sino de la esperanza compartida cada diciembre

Cada año, el Sorteo Extraordinario de Navidad reparte millones de euros en premios y se convierte en un acontecimiento que paraliza a todo el país durante la mañana del 22 de diciembre. Sin embargo, hay ocasiones en las que el número agraciado con el Gordo no pertenece a nadie. Cuando eso ocurre, el mayor premio del sorteo queda desierto y el importe no llega a manos de ningún participante.

Los décimos no vendidos permanecen bajo control de Loterías y Apuestas del Estado, la entidad pública encargada de organizar el sorteo. Si alguno de esos billetes resulta premiado con el Gordo, el dinero no cambia de propietario. El número se canta en el Teatro Real con la misma emoción que cualquier otro año, los niños de San Ildefonso entonan su canto característico y el público celebra el momento, aunque no haya un ganador real.

El dinero del premio no reclamado se integra en las cuentas de Loterías y Apuestas del Estado. Posteriormente se suma a los beneficios anuales del organismo y una parte se destina a los Presupuestos Generales del Estado. De ese modo, el importe vuelve de forma indirecta a las arcas públicas.

La mayoría de los números se venden

Aunque no ocurre con frecuencia, hay precedentes de premios importantes que nadie cobró. La mayoría de los números se venden por completo, sobre todo aquellos con cifras que coinciden con fechas señaladas, conmemoraciones o supersticiones populares.

No obstante, siempre existen combinaciones menos atractivas que quedan disponibles hasta el final de la campaña. Si uno de esos números resulta premiado, los premios, tanto el principal como los secundarios, quedan sin destinatario.

El sorteo de Navidad mantiene así su esencia y su carácter simbólico incluso cuando la suerte no encuentra dueño. El bombo gira, los niños cantan los números y la tradición continúa, aunque el mayor premio se quede sin reclamar. La ilusión colectiva sobrevive, porque el verdadero espíritu del sorteo no depende de quién gane, sino de la esperanza compartida cada diciembre.

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