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01 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Otra victoria de Sánchez

Ni el aval de Vargas Llosa valió para nada. Los medios sin excepción siguieron comprando la mercancía defectuosa que vendía el presidente haciéndonos olvidar que éramos sus reclusos

Actualizada 03:38

El pasado lunes se conmemoraron dos años de la declaración del estado de alarma que nos obligaba a todos a permanecer recluidos en nuestros domicilios. Por todas partes se ha hablado en estos días de los dos años del comienzo del «confinamiento». En su permanente perversión del lenguaje, el presidente Sánchez, entonces todavía en brazos de Iván Redondo, decidió que no se podía hablar de «reclusión», que según el diccionario de la RAE («Encierro o prisión voluntaria o forzada») era exactamente lo que se nos imponía con el estado de alarma: un encierro forzado. Pero como los que están recluidos son reclusos, aquello resultó imposible de aceptar por la Moncloa. Había que violar el significado de algún otro término menos duro. Y así se escogió «confinamiento», que según la vigesimotercera edición del diccionario, la del Tricentenario, significaba «pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente en libertad, en un lugar distinto al de su domicilio».
Cualquiera que sepa leer sabe que los españoles sufrimos una reclusión y en ningún caso un confinamiento porque ni habíamos sido condenados –al menos individualmente– ni vivíamos en libertad, ni teníamos que estar en un lugar distinto al de nuestro domicilio. Todo era mentira en el sentido real de ese término. Pero a base de repetir una y mil veces la voz «confinamiento» en los «Aló, presidente» con los que nos castigó Sánchez durante aquel estado de alarma –por cierto, inconstitucional, pero qué más da, ¡pelillos a la mar!– se acabó dando al término «confinamiento» el sentido que quería Sánchez.
Todavía no se había cumplido un mes de reclusión cuando el Viernes Santo, 9 de abril de 2020, publiqué en ABC una columna bajo el título «En España no hay nadie confinado» con los mismos argumentos que aquí acabo de ofrecer. Algunos académicos me comentaron después que en esos días se había celebrado una sesión telemática de la Real Academia Española presidida por S.M. el Rey y que en ella se había suscitado esta cuestión a partir de la aparición de mi artículo. No negaré que me generó una gran alegría que la columna de un modesto periodista pudiese suscitar un debate entre los académicos. Y más, si era presidido por el Rey.
Y aquello fue un poco más allá el domingo 10 de mayo cuando en su artículo dominical de El País el premio Nobel Mario Vargas Llosa escribió sobre este asunto un artículo titulado «¿Confinados en una sociedad democrática?» en el que empezaba diciendo «Sólo el periodista Ramón Pérez-Maura en un artículo publicado en ABC con el título 'En España no hay nadie confinado' parece haber advertido una grave equivocación en este uso indebido de aquella palabra, aplicada a la reclusión que vive la población en España (…)».
Ni el aval de Vargas Llosa valió para nada. Los medios sin excepción siguieron comprando la mercancía defectuosa que vendía el presidente haciéndonos olvidar que éramos sus reclusos. Y para evitar el problema, la RAE corrigió rápidamente su diccionario y si miramos la edición electrónica del DRAE hoy veremos, por delante de la acepción antes citada, la que sigue: «Aislamiento temporal y generalmente impuesto en una población, una persona o un grupo por razones de salud o de seguridad». Sánchez vence hasta al diccionario. Y casi todos se rinden ante él. Así va España.
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