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24 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Sánchez ya es un lastre para el PSOE

Con toda su pompa, está a punto de sumar su tercer castañazo consecutivo en unas autonómicas y pronto empezará el ruido interno

Actualizada 09:09

Se cumplen cuatro años del apaño entre brumas con los golpistas catalanes que permitió a Sánchez llegar al poder con 85 diputados pelados. Si hacemos un balance franco, el titular es fácil: a día de hoy, Sánchez está más fundido que las bujías de un Simca Mil subiendo el Angliru. Lo delatan sus crecientes malos modos, síntoma de nerviosismo. Aunque morirá matando, empieza a oler a naftalina.
La inmersión digital, con el móvil convertido en otro apéndice de nuestra anatomía, ha provocado una epidemia de déficit de atención y una aceleración taquicárdica de la vida. Todo va más rápido y de todo nos aburrimos antes. Noticias que antaño nos sobrecogían durante semanas, ahora decaen enseguida, solapadas por nuevas sensaciones. También los profesionales duran menos en sus cargos, desde los entrenadores de fútbol a los ministros, pasando por los directores de periódicos (hay un diario de nombre planetario que ya va por el sexto en solo ocho años).
Sánchez no es ajeno a esa aceleración del hartazgo. Aunque se esfuerce en aparentar pompa y circunstancia (siempre «progresista», of course), en realidad está bastante chamuscado tras cuatro años de pobre y marrullero desempeño. Más que un revulsivo, me temo que empieza a resultar un lastre para el PSOE.
El día en que el PSOE perdió Andalucía tras décadas de hegemonía infalible comenzó un gran seísmo silencioso en la política española. Ahora esa falla va a ahondarse. Todas las encuestas coinciden en que Moreno ganará bien, con más escaños que la suma de la izquierda, mientras que el PSOE se quedará estancado en los 33 diputados de Susana Díaz, laminada por Sánchez. El candidato socialista es un desconocido para sus paisanos (solo el 57 % lo ubican). Pero además la marca Sánchez comienza a operar como una plomada que sumerge a sus candidatos.
Un presidente al que abuchean cada vez que pisa una calle no es un activo. Es un problema. Históricamente, el PSOE presumía de sus llenazos con 30.000 personas en el velódromo de la localidad sevillana de Dos Hermanas, fortín simbólico del socialismo andaluz. Este fin de semana, Sánchez retornó a la plaza de los días de gloria. Pero no se atrevió a someterse al test del velódromo, por temor a las calvas. Ofreció su mitin en una caseta de la feria local. El barómetro callejero indica peligro. De propina, no se le ocurrió idea mejor que mentar la soga en casa del ahorcado: resultaba casi cómico verlo denunciar escandalizado la «corrupción del PP» allí, en la región que ha sufrido los récords de mangancia aplicada del PSOE.
Con la derrota en Andalucía, Sánchez sumará tres toñas épicas consecutivas en importantes elecciones autonómicas. De cara a las generales arrastra un problema que devora a cualquier gobernante, incluso a los capaces, que no es el caso: la brutal subida del coste de la vida. Además, buena parte del público empieza a estar hasta la zanfoña de que en vez de atender a los problemas reales se dedique a la ingeniería social, a sus obsesiones doctrinarias. En lugar de ocuparse del paro juvenil están con la menstruación. En vez de atajar la deuda y plantear presupuestos creíbles están entretenidos cepillándose la presunción de inocencia con la delirante ley del «solo sí es sí».
Pavonearse en la cumbre de la OTAN no rescatará la figura de Sánchez. Han sido demasiadas trolas, demasiados escaqueos y demasiada mala leche sectaria. El año que viene aflorarán síntomas de nerviosismo interno en el PSOE y los primeros desmarques contra el sanchismo. Y me apuesto una percebada.
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