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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La corbata de Guecho

Cuando un hombre trabajador, emprendedor, culto e inteligente suelta, para hacerse el progre, semejante elementalidad, el motivo del lapsus es evidente

Actualizada 01:30

Para los que no somos de allí, Guecho se divide en dos territorios. Las Arenas y Neguri. También Algorta y Romo son parte de Guecho, pero se trata de un Guecho bastante peor. Hace unos años, Guecho era sinónimo –con excepciones– de españolismo, y muchas de sus familias tradicionales han sufrido, como en ningún otro lugar de la tierra vasca, la brutalidad, la extorsión, el chantaje, la amenaza y los crímenes de la ETA, los socios de Sánchez. Una mañana se advirtió que en la casa de los Lezama-Leguizamón había sido izada una «ikurriña», y aquello escandalizó a todos. No se habló de otra cosa en el aperitivo de Los Tamarises, que es la versión de los tamarindos de San Sebastián. Guecho miraba estéticamente a Inglaterra y San Sebastián a Francia. En una entrevista, Arzallus reconoció que leía el ABC todos los días para detenerse en las esquelas y celebrar si, entre ellas, se publicaba alguna de un fallecido de Guecho. Los grandes empresarios vizcaínos y los muchos industriales alemanes que se instalaron en Las Arenas y Neguri crearon un emporio de riqueza y de buen gusto. Excesivo para la envidia. Sobre las aguas del Abra, flotaba como un barco amarrado el Real Sporting Club. Y mirando a la bahía de aguas sepias, el precioso Real Club Marítimo del Abra. En Punta Galea, el Real Club de Golf de Neguri. Y en Bilbao, la Sociedad Bilbaina, donde el dinero en efectivo estaba prohibido y se abonaban las facturas con la firma de los socios. Casi todos sus miembros eran de Las Arenas y Neguri.

Una señora muy nacionalista, al ser preguntada por la dirección de su casa en Neguri, respondió con toda naturalidad. «Llegando de Inglaterra, la tercera calle a la derecha». Y otra gran señora, con noventa años cumplidos, paseaba apoyada en un bastón por el «Verde» de Neguri, cuando se topó con un grupo de «borrokos» veinteañeros. Llevaba un broche con la Bandera de España. «Señora, tiene un minuto para quitarse ese objeto con 'la española'»; «No me lo voy a quitar bajo ningún concepto, hijos. ¿Quién os ha educado a vosotros?»; «Si no se lo quita, se lo arrancamos nosotros y se lo metemos por el culo»; «imposible, hijos. No me cabría. Lo tengo lleno de 'ikurriñas'».

Era un Guecho más valiente y decidido. El que describió, con alguna exageración y muchos aciertos, el escritor y marino Antonio Menchaca en su libro Las Cenizas del Esplendor.

Una galerna, un vendaval furioso, rompió las amarras del Sporting y la gran barcaza naufragó. Y un incendio pavoroso provocado por la ETA calcinó el maravilloso edificio de madera del Real Club Marítimo. Recuerdo su bar con decenas de colas de atunes naturalizadas, cimarrones pescados por sus socios. Mientras contemplaban los socios el incendio devorador que terminaba con su club, alguien comentó: «No hay mal que por bien no venga. También se estarán quemando nuestras facturas sin pagar». Pero ni eso. Entre las llamas surgió el administrador del club llevando entre sus manos el libro de los pagos pendientes. Y levantaron un nuevo Real Marítimo, que está muy bien, pero sin la clase y belleza del calcinado por la ETA, los socios de Sánchez. Hoy, los dos clubes están fusionados. Real Club Marítimo-Real Sporting Club. Fueron los encargados de entregar, en un emocionante acto militar, la Bandera de Combate a la Fragata «Blas de Lezo», y editar un libro maravilloso al respecto. El PNV se escondió aquel día y España brilló en todo Guecho.

Ahora sigue todo igual pero de igual, nada. El sufrimiento pasado recomienda más prudencia, y los guechotarras relevantes practican el juego de la ambigüedad. Hace días, leí –no recuerdo si en ABC o en El Mundo– una entrevista a un natural de Guecho ilustre. Antonio Garamendi, presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, la CEOE. Garamendi, universitario en Deusto, lleva cuatro años sufriendo a la tonta sobona de Yolanda Díaz. Soba y exige, soba y apremia, soba y amenaza. Y se ha tenido que reunir en numerosas ocasiones con los sindicalistas marisqueros. Eso destroza a cualquiera. Pero Garamendi ha sobrevivido, quizá por ser de Guecho y estar acostumbrado a sobrellevar situaciones más trágicas. De acuerdo. Pero un buen hijo de Las Arenas o de Neguri jamás ha intentado nublar su negurismo renunciando a la corbata. Se empieza renunciando a la corbata y se termina en un «batzoki» del PNV entonando el «Eusko Gudariak» después de saborear unas cocochas de merluza. El presidente de la CEOE es siempre un empresario destacado, no un «hippie». Y Garamendi, quizá para ocultar que no es «hippie» y que, como toda persona representativa lleva corbata, ha declarado «ser 'hippie' progresista y no haber nacido con la corbata puesta». Absurda pólvora quemada innecesariamente. En la fotografía que ilustraba la conferencia, Garamendi lleva una preciosa corbata, que no está al alcance de todos. La del Real Club Marítimo del Abra-Real Sporting Club, que tampoco es «hippie» ni progresista. Cuando un hombre trabajador, emprendedor, culto e inteligente suelta, para hacerse el progre, semejante elementalidad, el motivo del lapsus es evidente. Consecuencia de su constante trato con los consumidores de mariscos y la sobona de Fene.

Y lo malo es que no se ilumina el horizonte.

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