Increíbles golfadas contables en Malaui
Vamos con un pequeño cuento africano sobre un Gobierno que moldeaba los datos como si fuesen plastilina para que el mandatario saliese más guapo
Les voy a contar una curiosa y pequeña fábula africana. Por supuesto, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. El cuento dice así:
El Gobierno de Malaui era un poco chapucero con los números. Pero le daba igual, porque su programa económico consistía en gastar sin límite con cargo a la deuda y captar votos con paguitas y aguinaldos variados para comprar la voluntad del respetable.
La ministra de Hacienda, Mariksu Monteroboua, presentaba la peculiaridad de ser incapaz de hablar articuladamente, pues era un manojo de nervios de locución atropellada. Además, no tenía ni flores de balances contables e impuestos, pues había estudiado Medicina. Aunque curiosamente tampoco había ejercido como galena. Recién licenciada se metió en el partido hegemónico en Malaui y la colocaron de gestora de hospitales. De allí pasó a cargos de Hacienda en un gobierno regional que batió el récord nacional de corrupción robando dinero de los fondos de los parados. Como premio, el autócrata que gobernaba el país, conocido por el pueblo malauí como el Saunócratra, la convirtió insólitamente en la ministra de Hacienda de la nación. Pero todo daba igual, porque Malaui llevaba ya tres años sin presupuestos y el autócrata había proclamado que en realidad no le hacían falta, y el Parlamento, tampoco.
La ministra de Economía, Nadiola Kalbiwbo, era una altiva señora que nada más dejar el ministerio escribió un libro de memorias ensalzándose a sí misma. Pero se consideraba tan por encima del resto de los mortales que metió la zueca en su autobiografía y se le escapó una confesión semidelictiva: alardeó de que cuando era ministra se dedicaba a presionar a los servicios estatales de estadística de Malaui para que inflasen los datos de crecimiento de la República. Incluso acabó echando al jefe de la estadística pública, al que ella misma habría nombrado, porque ese técnico se resistía a sus presiones para subir artificialmente el dato del PIB y bajar el de la inflación.
Como ven, una situación de régimen bananero, que acabó de manera insólita. El autócrata que gobierna Malaui premió a Nadiola Kalbiwbo con un puestazo en un organismo internacional, donde la señora se empaqueta cada mes 34.000 euros y se parte de risa. Ha sido galardonada con un balneario donde se hace rica por trucar los datos macro. Una maravilla.
El gobernante socialista de Malaui, el Saunócrata, entregó la cartera de Trabajo a una comunista obsesionada con la moda, llamada Yowanda Chiaz. Sin cortarse un pelo de sus largas mechas, y para no ser menos que Nadiola Kalbiwbo, la ministra Chiaz decidió trucar los datos del paro cambiando la terminología. Se inventó un nuevo concepto, fijos discontinuos, y con esa manipulación sacó de la lista del desempleo a 800.000 parados de una tacada. Unos datos que en realidad eran lamentables pasaron a ser aceptables y el Gobierno presumía de ellos (aunque continuaban siendo los peores de toda África).
Pero la verbena de los números del régimen malauí no se acababa ahí. El Saunócrata hizo una machada más: colocó a un aparattchik de la ejecutiva de su partido, el profesor Tenzani, al frente del instituto nacional de encuestas. Con descaro absoluto, Tenzani pasó a publicar cada mes sondeos cocinados a saco, donde el Saunócrata siempre aparecía como el favorito de los malauíes ante las urnas.
El corolario de toda esta fábula inverosímil es que tenemos mucha suerte de vivir en España, un país del primer mundo, donde las prácticas tercermundistas y alocadamente arbitrarias que hemos contado son impensables. Nadie lo toleraría.