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23 de abril de 2024

A verEnrique García-Máiquez

La resistencia

Mi mujer tiene un gran interés en que nuestro cuarto de estar esté radiante. Si quiere tapizar una butaca con colores alegres, no tacañearé. Necesitamos, en efecto, alegres colores. Son la resistencia

Actualizada 12:36

Cunde la honda preocupación política por la deriva o el derribo institucional que está llevando a cabo Pedro Sánchez. Para menos no es, pero, mejor que la preocupación, sería la ocupación. Sin embargo, en principio, nosotros, ciudadanos de a pie, no tenemos demasiadas acciones políticas que hacer, salvo cascarrabiar, que nos convoquen a las urnas y acudir a alguna manifestación episódica.
Ha querido mi buena suerte que, cuando empezaba a escribir, haya dado con un artículo de 2020 de Salvador Sostres. No le leo habitualmente y yo me lo pierdo, pero en More Ediciones han sacado un volumen con sus columnas, titulado Todo irá bien. En un párrafo me da el tono que yo soñaba para esta columna: «Por ello, la respuesta a sus ataques no puede ser nunca la amargura, la excesiva preocupación ni su misma vileza. Somos los del júbilo, somos los de la luz, los de las buenas ideas, los que hemos visto la caricia de Dios sobre la Tierra. Somos los padres de Maria [de Carmen y Enrique, en mi caso], somos la familia, nos ha ido muy bien y lo celebramos, y somos generosos, y somos agradecidos, y sabemos para qué sirve la libertad y cómo utilizarla. Somos los que entendimos que el amor es un don y así nos damos, nos fundimos y nos reanudamos, somos los de la compasión, los de la ternura, los que perdonamos hasta a los que quieren matarnos…».
Naturalmente yo no me habría atrevido a escribir con tanto desparpajo, pero para eso están las citas de los autores que merecen la pena. Que ellos digan lo que, por temperamento, nosotros ahogaríamos en pudores y con subordinadas. La idea, con todo, está clarísima: resistir a nuestro modo, sin rendirnos a la melancolía o a la desazón, que es lo que no somos. Eso ya lo había prescrito el vizconde de Tocqueville, que era muy largo y las veía venir de lejos. La tiranía del futuro (ésta) sería blanda y de apariencias democráticas y mayoritarias, advirtió; y contra ella sólo cabría una revolución: la interior de cada ciudadano que se enroca.
Así, Solzhenitsyn –que estaba mucho peor que nosotros– se dijo que la mejor resistencia al régimen soviético era no musitar él ni una mínima mentira nunca. Como el sistema era esencialmente falsario, la verdad, aunque fuese la humilde y cotidiana de un ciudadano perseguido, disolvía el montaje en el centro del eje de su mecanismo esencial. También a Sánchez la verdad le da urticaria por sistema. Es su kryptonita. ¿Quiere hacer usted su moción de censura personalizada, su enmienda a la totalidad del sanchismo, su samizdat particular? No mienta ni en broma.
Como todo está muy feo, arremetamos con la estética. No le riamos las gracias al feísmo, en la medida –ay– de nuestras posibilidades. Mi mujer tiene un gran interés en que nuestro cuarto de estar esté radiante. Si quiere tapizar una butaca con colores alegres, no tacañearé. Necesitamos, en efecto, alegres colores. Son la resistencia. Y flores frescas en los jarrones. Y cambiarle el marco al viejo cuadro.
Demos las gracias, pidamos «por favor», respondamos «de nada»… Sí, sí, «de nada» porque a menudo nosotros también prestamos servicios a los demás, y más que deberemos prestar si queremos ser subversivos. Forjemos comunidad sin darnos importancia. Cuidemos a nuestra familia extensa, abrazando hasta los primos terceros, para compensar tanta familia diminuta. Seamos vecinos como los de las películas de Frank Capra. Cuidemos las tradiciones.
Y, por supuesto, que todo este quintacolumnismo no nos quite de vigilar las maniobras sanchistas ni de la preocupación por la política ni de quejarnos amargamente (pero sonriendo a las otras cosas íntimas a la vez) ni siquiera de ir a las manifestaciones. La vida feliz no es el soma ni un escondite ni una excusa apolítica. Es el modo más eficaz de luchar por nuestro país (sin dejar los ámbitos públicos, tampoco).
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